| viernes, 18 de octubre de 2019 h |

La labor investigadora de un hospital es una de las herramientas que mejor identifica su excelencia. Siempre ha sido así pero en semanas como esta se pone de relieve porque los resultados son palpables. Esa es precisamente la espada de doble filo que recae sobre toda tarea investigadora cuando los esfuerzos naufragran, algo que en ciencia es natural pero que no siempre se entiende. Ni los tiempos ni los resultados están acomodados para una sociedad que se instala en las prisas y la moda. Por eso es de justicia que cuando se llega a buen puerto se reconozca y se vocifere a los cuatro vientos.

Esta semana el Sistema Nacional de Salud puede presumir de que dos investigaciones made in Spain van a mejorar la calidad de vida de miles de pacientes. Esa es la Marca España de la que se debería sentir orgullosa toda la sociedad, sin menospreciar otras bondades del país. Ambas han nacido de un esfuerzo de más de veinte años y con la vanguardia por bandera, porque estamos hablando de terapias ceulares cuyo exitoso resultado de hoy comenzó con las dudas que acompañaron en sus inicios a las células madres.

Pero además, las experiencias nos hablan también de la importancia de la colaboración público-privada. En muchas ocasiones se malinterpreta este binomio porque se entiende —y mal— que es una intromisión de lo privado en lo público. Nada más lejos de la realidad. Sin la aportación de Takeda, la primera terapia alogénica aprobada en España no sería noticia hoy porque no habría habido recursos económicos que sustentasen las laboriosas y costosas tareas de investigación. Pero es que para el NC1, aprobado en el Consejo Interterritorial y a falta de un precio que no tardará en llegar, la historia es muy parecida. En este caso no ha habido una farmacéutica que lo comercialice por las dificultades intrínsecas que conlleva para ello que la administración de la terapia sea con células del propio paciente, pero sí que ha habido dinero de entidades privadas que han mantenido algunas de las necesidades del equipo investigador.

La moraleja de estas historias es que el tesón es cualidad necesaria en la labor de investigación, pero no es suficiente. Para que un medicamento llegue a buen puerto tiene que haber financiación y si se realiza bajo contratos legales reglados nunca es malo que ese dinero llegue de aquel que tenga la sensibilidad o la visión de que, entre sus manos, los investigadores tienen una mejora para todos.