Desde hace un tiempo los especialistas en psiquiatría reclaman un Plan Nacional de Prevención del Suicidio que sirva como paraguas al sinfín de iniciativas autonómicas que tratan de atajar, a falta de un esquema común, la sangría de vidas humanas que supone el suicidio en nuestro país.

Las últimas cifras correspondientes a 2020, que recogen una parte del peso de la pandemia, teniendo en cuenta que durante los meses de confinamiento la situación excepcional frenó en seco las muertes por esta causa, son simplemente estremecedoras. Un total de 3.941 personas perdieron así la vida, con el consiguiente impacto en su familia y su entorno social.

Nos acercamos peligrosamente, como expuso Cecilia Borrás, presidenta de la Asociación de Supervivientes Después del Suicidio, a la barrera psicológica de los 4.000 muertos al año. Los oficiales, matizó, porque los expertos en salud pública y quienes lidian en primera fila con este problema saben que, en realidad, son muchos más. Ocultos a veces como víctimas de accidentes de tráfico, por ejemplo. Bastaría con bucear en su historia para saber que parte de estas muertes, son voluntarias, como dejan entrever en ocasiones los expertos.

Nos acercamos a la barrera psicológica de las 4.000 víctimas por suicidio al año

Su voz, junto a la de los psiquiatras, llegó el pasado jueves al Congreso de los Diputados para pedir a los decisores el citado plan. «Delen la figura legal que quieran: no entiendo de eso, pero sí de dolor», sentenció, erizando la piel del público.

Pero a estas alturas, y dada la dimensión del problema, no vale cualquier papel. Mercedes Navío, psiquiatra y coordinadora del Libro Blanco Depresión y Suicidio 2020, enumeró los apellidos. Ha de ser un plan nacional con financiación finalista y recursos humanos. «Una vez alcanzado el consenso científico y social, es el momento de los hechos», invitó. Pero también con indicadores que permitan evaluar su efectividad y comprobar que va en la dirección adecuada, como han recalcado tantas veces los presidentes de las sociedades científicas.

El valor de estas palabras, que despertaron aplausos espontáneos en un público formado por representantes de asociaciones de pacientes y responsables de Psiquiatría de los principales hospitales madrileños, se amplifican teniendo en cuenta el escenario y los oyentes. Allí estaban los portavoces de los principales grupos parlamentarios, en escucha activa y aguardando su turno para explicar que todos aportan, cada uno dentro de su ámbito, y que ante un tema así no ha lugar para las discrepancias. Con estos mimbres, solo falta un impulso que permita sacar la prevención del suicidio de ser una de las líneas de la nueva Estrategia de Salud Mental, y le otorgue la entidad y los recursos que le corresponden. Hay mucho en juego. Cada hora que pasa fallecen dos personas por suicidio en nuestro país. Puede que sea demasiado tarde.