La Comisión Europea dibuja el año 2025 como fecha límite para el desarrollo de un Espacio Europeo de Datos Sanitarios. Esta misma semana, la comisaria europea de Salud, Stella Kyriakides, presentaba la propuesta definitiva de un proyecto que definía como un pilar importante e incluso la ‘columna vertebral’ de cara a la materialización de una Unión Europea sanitaria.

Son de sobra conocidas las ventajas que puede aportar materializar la cooperación en salud al máximo nivel, compartir todos estos datos y utilizarlos de la mejor manera y de forma segura, justo como la portavoz sanitaria defendía en su intervención.

La iniciativa se plasmará en dos vías de trabajo. Por una parte, sobre el uso primario de los datos por parte de los pacientes, de manera que los ciudadanos puedan compartir sus datos sanitarios, historias y recetas en el entorno europeo. Por otra, se favorecerá el acceso a esta información, con las máximas garantías, por parte de investigadores, decisores políticos, etc.

La imagen, utópica a priori, aunque muy deseada, de una Unión Europea capaz de alcanzar semejante nivel de integración contrasta con la realidad, en pleno 2022, de nuestro país. No olvidamos que durante infinidad de años el término ‘interoperabilidad’ se repetía como un objetivo común deseado a la hora de hablar de proyectos de salud digital, receta electrónica o historia clínica electrónica, proyectos que cada comunidad instauró perdiendo de vista que los pacientes iban más allá de sus pequeñas fronteras y que, poco a poco, se han ido resolviendo con mucho tiempo y grandes esfuerzos tecnológicos.

La realidad es que muchos pacientes siguen cargando con sus pruebas e historias clínicas de consulta en consulta

La realidad en nuestro país, lo comentaban hace unos meses en la presentación de su proyecto sobre interoperabilidad de historias clínicas en los centros sanitarios privados desde la Fundación IDIS, es que los pacientes siguen cargando con sus pruebas diagnósticas y sus historias clínicas, en pequeñas carpetas o bolsas, para entregar en mano si están a caballo entre entidades públicas y privadas o, simplemente, si quieren asegurarse de que el médico que les atenderá en otro centro podrá ver todo lo necesario.

Confiamos en que los 700 millones de euros con los que está dotada la nueva Estrategia de Salud Digital española, de los que 450 millones de euros proceden de fondos europeos, permitan obrar el milagro y materializar su implementación como primer paso, de puertas a dentro, hacia el nuevo espacio europeo. El tiempo vuela y 2025 está a la vuelta de la esquina. Ha de comenzar ya una auténtica carrera contrarreloj.