Recuperarse de una mala experiencia al tiempo que se estudia lo sucedido es algo que viene implícito en la naturaleza humana, como un aprendizaje vital. Como no podía ser de otra manera, esto también se aplica a la sanidad, máxime cuando una pandemia ha sacudido sus cimientos a nivel mundial haciendo que se cuestione la base sobre la que hasta ese momento se sostenían los sistemas. Queda claro que no todos los países tenían entonces la misma situación de partida; aun así, más de tres años después de que estallara la emergencia COVID-19, las primeras señales de recuperación de la habitual prestación sanitaria comienzan a atisbarse.

La ‘cuarta ronda de la encuesta mundial de pulso sobre la continuidad de los servicios de salud esenciales durante la pandemia de COVID-19: noviembre de 2022–enero de 2023’, publicada por la OMS, así lo acredita. Su principal conclusión lo explica por sí sola: el porcentaje de servicios interrumpidos se ubicó en un promedio del 56 por ciento en julio-septiembre de 2020, una cifra que cae hasta el 23 por ciento en el último intervalo temporal analizado. Pero tras la de arena viene la de cal, ya que se enfrenta un atraso cada vez mayor en los servicios, el cual se produce con mayor frecuencia en los servicios de detección, diagnóstico y tratamiento de enfermedades no transmisibles.

Mientras se trata de poner solución en la recuperación del paso post COVID, los análisis —concienzudos— de lo acaecido continúan con el fin de tejer la mejor red de seguridad posible ante nuevas amenazas. Desde la entidad que dirige Tedros Adhanom Ghebreyesus se asevera que los países ya aplican lo aprendido: desde de la telemedicina, pasando por la promoción de intervenciones de atención domiciliaria, hasta las innovaciones en la adquisición y entrega de medicamentos y suministros, entre otras acciones desarrolladas.

La renovación y capacitación de la fuerza laboral en salud pública es una de las claves hacia las que apunta el ECDC

No son los únicos, pues desde el ‘Viejo Continente’ el ECDC ha configurado un ‘libreto’ de necesidades con aquellos aspectos estratégicos en los que se ha de poner atención para redoblar los esfuerzos en salud pública. Entre ellos asoma la fuerza laboral de una disciplina que vive un auge (mediático) sin precedentes. Conviene coger el rebufo de lo que queda de pandemia para adelantarse a la siguiente, como explican en su último trabajo técnico. Así, reclutar, capacitar y retener a profesionales de la salud pública, atrayendo a profesionales jóvenes, se antoja un reto que los sistemas tendrán que atajar; no en vano, el relevo generacional tendrá que suceder también en este área si de verdad se quiere responder a la próxima crisis sanitaria con la COVID en la cabeza.