| viernes, 26 de octubre de 2018 h |

Una de las peores características que puede tener un problema de salud pública es que pase desapercibido. La resistencia a los antibióticos avanzan sin pausa y sin que casi nadie detenga su atención en ella. Las muertes en España por resistencia a los antibióticos son de 35.000 al año. Por hacer una comparación, durante 2017, la Dirección General de Tráfico registró 1.830 defunciones y, sin embargo, las campañas gubernamentales no paran de alertarnos ante los posibles peligros que nos aguardan al volante. Esto, por desgracia, no ocurre para que tanto los profesionales como los pacientes sepan utilizar correctamente los antibióticos pero las cifras cuentan que es necesaria la formación: el 50 por ciento de las prescripciones están mal hechas y muchos ciudadanos utilizan antibióticos como si fuera paracetamol.

Para que la formación sea de calidad, uno de los primeros pasos que deberían producirse es la especialización de los profesionales. Por eso es tan importante que se reconozca la especialidad de infecciosas como recomiendan organismos internacionales y hasta el Congreso de los Diputados. El Ministerio de Sanidad debería tomar cuanto antes cartas en el asunto y desbloquear el debate que se está produciendo en la Comisión de Recursos Humanos del Consejo Interterritorial. No estaría de más que fuera uno de los puntos del día de la próxima reunión interautonómica que se está cociendo en el Ministerio.

También es necesaria una mayor financiación para actuar sobre el diagnóstico. Existen técnicas que proporcionan toda la información de la bacteria que causa una infección en horas y, sin embargo, hay veces que el diagnóstico no llega hasta pasado unos días.

Los esfuerzos de sociedades científicas como la Seimc, la SEFH o la Sempsph han realizado un esfuerzo titánico y han llevado al Congreso de los Diputados una de las jornadas más sobresalientes sobre salud pública. Ahora la política debe tomar el relevo. Los medios de comunicación también tenemos nuestros deberes. No puede ser que una epidemia avance sin que nadie traslade a la ciudadanía el mal que les acecha.