En 2011, Matt Damon, Jude Law y Kate Winslet protagonizaban en la gran pantalla Contagio, un largometraje en tono apocalíptico basado en un virus que asolaba la humanidad. Una vez más, la realidad ha superado a la ficción y el mundo ha tenido que sobrevivir y recomponerse de la pandemia de la COVID-19. ¿Fue esta película un presagio (un tanto alarmista) de lo que podría venir en el futuro? Quizás, mejor dicho, ya en el presente. Recientemente, Europa ha hecho saltar las alertas sanitarias internacionales por los brotes de viruela del mono (monkeypox).

Se trata, en concreto, de una zoonosis endémica en África Central y Occidental, donde circula en hospedadores desconocidos (probablemente roedores) y provoca brotes en primates y, periódicamente, casos en humanos.  El último brote importante de esta enfermedad tuvo lugar en 2003, cuando se importaron a Estados Unidos perros de las praderas como mascotas procedentes de África.

Esta alerta coincide en tiempo con el actual aumento de casos de hepatitis aguda de origen desconocido en niños que continúa manteniendo en jaque a la comunidad científica. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha elevado los casos a 429, y concretando que otros 40 están pendientes de confirmación. De momento, las hipótesis apuntan a una infección por adenovirus que progresara más frecuentemente hacia la hepatitis, debido, por ejemplo, a la falta de exposición durante la pandemia.

La duda es: ¿siempre ha sido así? ¿O la COVID-19 ha ‘entrenado’ a los Sistemas de Vigilancia para detectar cualquier patógeno? Sea como fuere, Bill Gates ya ha sentado las bases para enfrentarnos a la próxima pandemia. El multimillonario ha publicado recientemente el libro ’Cómo evitar la próxima pandemia’, una obra donde plantea los pasos que el planeta debe dar para prevenir otro desastre sanitario global como el provocado por el SARS-CoV-2.

La realidad es que la destrucción de los ecosistemas y los hábitats naturales, el tráfico de animales silvestres y la mayor movilidad internacional de personas están fomentado la transmisión de zoonosis. “La manipulación de animales y el hecho de que el ser humano se adentre cada vez más en territorios donde antes no era habitual, como en lo más profundo del Amazonas, o el continúo trasporte de mercancías y personas, facilita que cualquier virus traspase fronteras”, señala Fernando De la Calle, especialista en enfermedades tropicales del Hospital La Paz-Carlos III (Madrid).

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ya señaló en un informe sobre el coronavirus que solo se conocen un 1% de los virus presentes en animales silvestres. Y advertía, asimismo, que otras pandemias de efectos menores, como el zika y la gripe aviar, “muy probablemente” fueron favorecidas por el cambio climático.

Aunque se detecte rápidamente, que aparezca un virus nuevo nunca es buena señal, como han comentado los especialistas a Gaceta Médica. Habrá que esperar acontecimientos.