TRIBUNA ENFERMERA

Por Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería

Las enfermeras y enfermeros han sido desde siempre el soporte del sistema sanitario moderno -durante los dos años de pandemia lo han constatado todos los ciudadanos- y  por ello y por su vocación de servicio, nuestro colectivo nunca ha sido muy dado a la protesta fácil, a las quejas ni ha tenido nunca una actitud lastimera. Nos volcamos en cuerpo y alma con nuestros pacientes, aguantando situaciones que sabemos que son injustas y lamentables. Sin embargo, el estrecho margen que separa el sentido del deber y sentir que se están riendo de ti se ha cruzado esta vez. Y ha indignado a 325.000 enfermeras y enfermeros que ya no aguantan más.

Indigna, por ejemplo, observar a los políticos colmando a las enfermeras de elogios y homenajes, de discursos heroicos y honrosos. Nos sentimos engañados, utilizados de alguna manera. Porque esos mismos responsables sanitarios, a nivel nacional, autonómico y local, son los mismos que han consentido -o contribuido a- la falta de desarrollo de las especialidades de enfermería desde hace más de quince años. O permiten la discriminación que supone que los graduados en Enfermería pertenezcan al grupo A2 de la Administración Pública, lo que cercena las posibilidades de optar a puestos de gestión sanitaria a los que, paradójicamente, si puede acceder un economista, un psicólogo, un físico o un periodista. Eso por no hablar de la carencia de enfermeras en nuestro país, un mal crónico y que repercute en la mortalidad y morbilidad de los pacientes. No podemos estar a la cola de Europa en enfermeras en relación a la población que tenemos que atender, es lamentable e impropio de una economía desarrollada.

Por todo eso -y más- la protesta del sábado 18 de junio, en la que miles de enfermeras van a recorrer las calles de Madrid, no se circunscribe a nuestro colectivo profesional, sino que es una marcha para denunciar y pedir que los políticos pongan solución a la grave situación que sufre nuestro Sistema Sanitario y sus profesionales, así como por el nulo reconocimiento que las diferentes instituciones públicas y privadas hacen a la aportación específica e imprescindible de las enfermeras y los enfermeros.

Nos jugamos mucho como sociedad, los políticos no pueden seguir ignorando el tema para evitar un gasto público que no es gasto sino inversión. ¿Queremos privar de cuidados a una ciudadanía envejecida y aquejada de dolencias crónicas? ¿Vamos por el camino correcto?, señores políticos, señora ministra, consejeros… sigan instalados en el cortoplacismo y miren hacia otro lado. Las enfermeras y los enfermeros no nos vamos a quedar callados. Ahora escúchennos, porque la voz de las enfermeras es la de los ciudadanos a los que ustedes -supuestamente- han jurado servir. Basta ya. Sin enfermeras no hay salud, sin salud no hay futuro para nadie. Por el incremento de la inversión en sanidad, por la apuesta firme del desarrollo de las enfermeras/os y su aportación al sistema nacional de salud, no podemos esperar ni un minuto más.