La resistencia a determinados tipos de antibióticos causa en España cerca de 2.500 muertes al año, según la Aemps. Si alzamos la vista hacia los próximos 33 años, podría convertirse en una causa de muerte más común que el cáncer y matar a una persona cada tres segundos. El incremento del número de fallecimientos es directamente proporcional a la merma de las arcas públicas. Según un estudio encargado por el exprimer ministro británico David Camero, una hipotética era post-antibióticos costaría al sistema sanitario global cerca de 100 billones de dólares.
Mientras tanto, los científicos españoles han abierto una línea de investigación que va dando sus frutos justo hacia otra solución alternativa a la creación de nuevos fármacos: rescatar antibióticos desahuciados hasta ahora por su ineficacia y volve a darles una nueva vida. “La principal ventaja es que tienen menos efectos secundarios que los nuevos” apunta Daniel López, investigador del CSIC en el Centro Nacional de Biotecnología. Aunque “todavía no se puede decir que hayamos derrotado a las superbacterias estamos en la senda de conseguir volver a utilizar algunos de esos antibióticos descartados”. La investigación se ha llevado a cabo in vivo con ratones y la bacteria Staphylococcus aureus, una de las cepas más mortíferas por su resistencia a la meticilina, un antibiótico habitual del grupo de las penicilinas, especialmente en ambientes hospitalarios. El trabajo lo han centrado en atacar directamente aquellas zonas de la bacteria donde las proteínas se ensamblan para formar complejos. Estos microdominios en la membrana de la célula son clave porque en ellos se forman muchos complejos proteicos relacionados con la resistencia a los antibióticos.
El investigador, por su parte, aplaude otras líneas científicas como las que está llevando a cabo la compañía biotecnológica Genentech de San Francisco. Allí han tomado prestado un concepto utilizado en el tratamiento del cáncer, en el que un anticuerpo está conectado a un medicamento contra el cáncer para hacer lo mismo pegando un anticuerpo con la bacteria Staphylococcus aureus (Staph) a un antibiótico, una versión modificada del medicamento Rifampin, que se usa para tratar la tuberculosis. El trabajo “sugiere un nuevo enfoque para eliminar subpoblaciones de bacterias que están protegidas en virtud de su ubicación o estado fisiológico”, ha dicho el médico californiano Henry Chambers.
La resistencia a determinados tipos de antibióticos causa en España cerca de 2.500 muertes al año, según la Aemps. Si alzamos la vista hacia los próximos 33 años, podría convertirse en una causa de muerte más común que el cáncer y matar a una persona cada tres segundos. El incremento del número de fallecimientos es directamente proporcional a la merma de las arcas públicas. Según un estudio encargado por el exprimer ministro británico David Camero, una hipotética era post-antibióticos costaría al sistema sanitario global cerca de 100 billones de dólares.
Mientras tanto, los científicos españoles han abierto una línea de investigación que va dando sus frutos justo hacia otra solución alternativa a la creación de nuevos fármacos: rescatar antibióticos desahuciados hasta ahora por su ineficacia y volve a darles una nueva vida. “La principal ventaja es que tienen menos efectos secundarios que los nuevos” apunta Daniel López, investigador del CSIC en el Centro Nacional de Biotecnología. Aunque “todavía no se puede decir que hayamos derrotado a las superbacterias estamos en la senda de conseguir volver a utilizar algunos de esos antibióticos descartados”. La investigación se ha llevado a cabo in vivo con ratones y la bacteria Staphylococcus aureus, una de las cepas más mortíferas por su resistencia a la meticilina, un antibiótico habitual del grupo de las penicilinas, especialmente en ambientes hospitalarios. El trabajo lo han centrado en atacar directamente aquellas zonas de la bacteria donde las proteínas se ensamblan para formar complejos. Estos microdominios en la membrana de la célula son clave porque en ellos se forman muchos complejos proteicos relacionados con la resistencia a los antibióticos.
El investigador, por su parte, aplaude otras líneas científicas como las que está llevando a cabo la compañía biotecnológica Genentech de San Francisco. Allí han tomado prestado un concepto utilizado en el tratamiento del cáncer, en el que un anticuerpo está conectado a un medicamento contra el cáncer para hacer lo mismo pegando un anticuerpo con la bacteria Staphylococcus aureus (Staph) a un antibiótico, una versión modificada del medicamento Rifampin, que se usa para tratar la tuberculosis. El trabajo “sugiere un nuevo enfoque para eliminar subpoblaciones de bacterias que están protegidas en virtud de su ubicación o estado fisiológico”, ha dicho el médico californiano Henry Chambers.