| viernes, 02 de noviembre de 2018 h |

La salud no tiene precio. Esta frase tan manida, escuchada generalmente en el contexto de una mala salud o durante el proceso de recuperación de una enfermedad, no deja de ser un lugar común que tiene cada vez menos cabida en nuestro vocabulario. Los oncólogos lo tiene claro, puesto que no existe hoy en día área más paradigmática que ésta para entender que, por desgracia, la salud sí tiene un precio. La Medicina de Precisión, esa línea de investigación de tratamientos dirigidos a dianas cada vez más específicas, ha despertado tantas esperanzas en los pacientes como temores en los gestores.

Una de las medidas destacadas por el ex presidente de ASCO Bruce E. Johnson para solventar esta situación está en buscar fórmulas para tratar de reducir los costes de la I+D. En efecto, facilitar el reclutamiento —una tarea cada vez más ardua— para este tipo de ensayos sería un avance fundamental, como lo serán también los registros de pacientes y el Big Data. Hay esperanzas en el trabajo colaborativo dentro del sector privado. Las empresas han empezado a ser conscientes de las bondades de una innovación abierta y colaborativa… Ahora, esa colaboración debería concretarse con el sector público, y entre el sector público.

Hoy, el acento en Europa está en la HTA, una herramienta clave en la fijación de precio en función del valor, que se enfrenta sin embargo a una tremenda paradoja, puesto que ¿alguien en Europa sabe acaso lo que es el valor? Sin esa definición común, la propuesta sobre HTA —y que constituye el núcleo de la particular ‘carta a los Reyes Magos’ que la Efpia ha enviado ya con vista a las elecciones europeas de 2019— estará construyendo la casa a partir del tejado… Una casa sin puerta principal, pero que ya tiene su puerta trasera: revaluaciones nacionales que perpetuarán el statu quo, basando las decisiones más en el presupuesto que en el valor económico (por supuesto) pero también clínico y social, de la innovación.

No hay área más paradigmática que la oncología para entender que, por desgracia, la salud sí tiene un precio