J. Ruiz-Tagle Madrid | viernes, 11 de mayo de 2018 h |

Hay algunas profesiones que han llevado colgado históricamente un sambenito peyorativo. Uno de los casos más flagrantes en el sistema sanitario es el de la enfermería. Mientras leen estas líneas hagan el ejercicio de cerrar los ojos e intentar visualizar a un profesional de esta rama y comprueben que la imagen de una mujer es de las primeras que les viene a la mente. Históricamente una profesión feminizada siempre se ha hecho de menos, a lo que habría que unir la imagen de subordinación ante el médico y el carácter vocacional que se le ha trasladado —alejándolo de la profesionalidad—, o la idea de que no tienen formación académica.

Estos días se celebra la Semana Internacional de la enfermería y desde el sindicato Satse se ha querido incidir en la imagen, lenguaje y educación que existe sobre la enfermería y cuan alejada está aún de la realidad que se vive en cada uno de los centros sanitarios de España. Dos han sido los colectivos señalados para ser pioneros en la transmisión de una imagen sincera a los tiempos actuales: periodistas y políticos. Yo añadiría uno más, el cine. Díganme si no se sienten identificados con películas bélicas donde las mujeres se vestían con el pijama blanco para atender a los heridos.

La realidad hoy es que las enfermeras y los enfermeros son profesionales de formación universitaria (cuatro años más dos de especialización y con la posibilidad de máster y doctorado) cuya labor excede la asistencial. La gestión, la investigación y la docencia son campos donde estos profesionales se desenvuelven con absoluta soltura. Además, su centro de trabajo tampoco se circunscribe al hospital o centro de salud, a pesar de que su labor allí en la más representativa. Centros sociosanitarios, educativos, domicilios, administraciones públicas o centros comerciales o deportivos son también lugares de trabajo para la profesión.

La reivindicación de su imagen adaptada a los tiempos que corren está asociada a la concepción de haberse hecho mayor. Ese mantra que todo padre le repite a su hijo adolescente y que dice “la libertad está asociada a la responsabilidad que demuestres”, ha llegado al ámbito profesional. En los últimos años la enfermería ha reclamado su espacio y ha querido demostrar (más aún) su utilidad dentro del Sistema Nacional de Salud a través de la asunción de responsabilidades. Prueba de ello es el Real Decreto de Prescripción Enfermera, el cual han peleado hasta hacerlo realidad a pesar de haber recibido puñaladas durante la tramitación.

Pero quedan muchas batallas y barreras por superar en el ámbito profesional. Una de las más importantes es el déficit de profesionales que existe en España en comparación con el resto de países de la Unión Europea. Aunque nuestro país cuenta con un número importante, según los últimos datos publicados por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) la ratio es casi la mitad que en los países que nos rodean. En concreto en España hay 5,3 enfermeras por cada 1.000 habitantes mientras que la media de los países OCDE se sitúa en 9. Queda todavía mucho trabajo por hacer.

Breve historia de una Profesión

En 1957 se estableció el título oficial de practicante, siendo esta la primera referencia con marco legal sobre la formación de Enfermería en España. Casi 40 años después, en 1896, se fundaría la primera Escuela bajo el nombre de Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría y no sería hasta 1915 cuando se creara el primer título de enfermera en España. En 1977 los estudios de Enfermería adquirieron carácter universitario y 30 años después se reordenarían las enseñanzas universitarias obteniendo enfermería la categoría de Grado universitario de cuatro años. Hoy en día, y desde 2011, ya se puede obtener el título de doctor en esta disciplina sanitaria.