La gota es una patología que afecta a más del 2 por ciento de los adultos de España. Las opciones terapéuticas para el control de la hiperuricemia (elevación del nivel de ácido úrico en la
sangre), eran escasas hasta ahora, y este fenómeno es la causa de la formación de cristales de urato en los tejidos. Para poder abordar esta patología Grünenthal ha lanzado Zurampic, tratamiento que consigue que el doble de los pacientes alcancen los objetivos de ácido úrico en suero, en comparación con la monoterapia.
Mayoritariamente, los fármacos que se usan para el tratamiento de la gota pertenecen al grupo de los inhibidores de la xantina oxidasa, que frenan la producción de ácido úrico (alopurinol y febuxostat). Uno de los más habituales es el alopurinol, aunque su eficacia es limitada, ya que solo actúa a nivel de la producción del ácido úrico, cuando en el 90% de los pacientes la hiperuricemia se debe a una excreción renal insuficiente.
Ana Esquivias, directora del Departamento Médico de Grünenthal España, considera que por este motivo Zurampiz “representa una innovación respecto a los tratamientos actuales, puesto que combinado con alopurinol aporta un mecanismo dual que potencia la reducción del AUs, lo que incrementa la excreción y reduce la producción a la vez. Los datos hablan por sí solos, el 55% de los pacientes que utilizaron Zurampic con alopurinol alcanzaron los niveles deseados, frente al 23% de los que recibieron dosis de alopurinol en monoterapia”.
Aunque la gota es una enfermedad curable , representa un desafío clínico y una carga sanitaria importante, porque muchos pacientes no reciben tratamiento o se les prescribe un tratamiento no curativo, a pesar de que presenten síntomas. En este sentido, Fernando Vega, vicepresidente de la Liga Reumatológica Española (LIRE),explica que realizar “un diagnóstico tardío de la
enfermedad puede desencadenar secuelas muy difíciles de contrarrestar a nivel de movilidad afectando también a la salud cardiovascular”. Por otra parte, Fernando Perez-Ruíz, reumatólogo del Servicio de Reumatología del Hospital Universitario Cruces de Vizcaya remarca que “se trata de una enfermedad inflamatoria crónica incluso en ausencia de síntomas y eso se asocia a mayor riesgo de mortalidad prematura y a una pérdida de la calidad de vida percibida por el paciente”.