Además de asegurar una adecuada financiación para el aumento del gasto esperado en Sanidad, el Banco de España cree que es imprescindible identificar y desarrollar buenas prácticas tanto en la gestión hospitalaria y ambulatoria como en las compras públicas y en la provisión de productos farmacéuticos con prescripción. Así lo asegura en su Informe Anual 2018, que examina las perspectivas del gasto sanitario en relación a lo que considera como un “reto de primer orden”: el fenómeno del envejecimiento poblacional.
“El gasto en salud se concentra en las edades avanzadas. Por otra parte, los programas que proporcionan cuidados de larga duración a personas dependientes, por su propia naturaleza, también se dirigen fundamentalmente a la población de mayor edad. Por consiguiente, un aumento del peso de la población de mayor edad tendrá un impacto considerable sobre las necesidades de gasto en salud y en dependencia”, asegura el Banco de España, que reconoce que, además de la longevidad, hay otros factores que también determinan el gasto en salud y en dependencia.
En primer lugar, el informe apunta que “incrementos de la eficiencia del sistema sanitario hacen que se puedan ofrecer más servicios a un coste menor”. En segundo lugar, considera que existe evidencia, “aunque no del todo concluyente”, acerca de la asociación de aumentos de la longevidad con mejoras de salud en edades avanzadas, por lo que no todo el aumento de la longevidad se traduce en mayores demandas de servicios de salud. En tercer lugar, señala que la demanda de servicios de salud aumenta con la renta agregada y que “aparecen nuevos tratamientos de coste elevado”, por lo que cabe esperar en su opinión que, aun teniendo en cuenta posibles aumentos de la eficiencia del sistema sanitario y mejoras en las condiciones de salud de la población de mayor edad, el gasto en servicios de salud y en cuidados de larga duración aumente significativamente en las próximas décadas.
De hecho, las tendencias recientes incluidas en este documento muestran un aumento del gasto “que no puede explicarse completamente ni por factores demográficos ni por aumentos de la demanda de servicios de salud asociados al crecimiento de la renta de los hogares”. Esto indica, para el Banco de España, que “el impacto de la tecnología en el sector de la salud está provocando un aumento del gasto, que puede acentuarse a medida que el envejecimiento de la población se haga más intenso”, y que dependerá de en qué medida el incremento de la longevidad se produzca en situaciones de buena salud o con necesidad de mayores cuidados sanitarios y de dependencia.
Estas “presiones sobre el gasto en salud y en dependencia” obligan, a su juicio, a revisar tanto su financiación como el nivel de las prestaciones que se ofrecen y la eficiencia en su provisión.
Según este trabajo, se estima que, a mediados de este siglo, el gasto sanitario podría aumentar hasta el 6,4 por ciento y, en servicios de larga duración, hasta el 2,2 por ciento del PIB. Esta última cifra podría incluso ser superior si existiera una mayor demanda social de este tipo de cuidados derivada de un descenso de la provisión informal por parte de las familias, como consecuencia de una mayor tasa de actividad.