En el mercado farmacéutico influye todo, tanto los factores desde el lado de la oferta —la entrada de nuevos productos, la competencia de los medicamentos genéricos y biosimilares, los mecanismos de fijación de precios y reembolso…— como los de la demanda —cambios en el consumo o en los patrones de prescripción, las guías clínicas o la carga de la enfermedad—. Todo influye, aunque en diferentes grados. ¿Hasta qué punto es posible tenerlos todos en cuenta para que las proyecciones de gasto farmacéutico estén lo más pegadas posible a la realidad? Si se tiene en cuenta la preocupación que ronda por los sistemas sanitarios en relación a la sostenibilidad de la factura farmacéutica, esta pregunta debería ser una de las hoy se tendría que estar haciendo cualquier gestor o decisor.
Las metodologías ‘más pobres’ —en sentido figurado y literal, puesto que no todos los países tienen recursos para hacer, por ejemplo, trabajos de horizon scanning— pueden no ser predictivas. En sí mismo esto no tendría porqué suponer ningún problema. Pero si estas proyecciones se utilizan para informar la toma de decisiones, aquellas que se apoyan en una metodología más limitada son la mejor manera de llegar a conclusiones ‘irreales’, susceptibles de ser interpretadas en base a la subjetividad, y no tanto por la objetividad de los propios resultados. Sería fácil, por ejemplo, concluir que el gasto farmacéutico no es sostenible y que hay que hacer recortes.
Esta conclusión, aunque ya fue desmentida no hace mucho por los economistas Jaime Espín y Jorge Mestre en un espléndido estudio que por primera vez analizó la diferencia creciente entre el gasto a precios lista vs precios netos, también parece desprenderse de un informe en el que la OCDE ofrece un abanico de recomendaciones para mejorar el cómo se llevan a cabo las proyecciones.
Se trata sin duda de un informe inspirador que, frente a posturas ‘reduccionistas’, muestra en toda su complejidad el ecosistema farmacéutico. Porque no sólo es hablar de oferta y demanda. Se podrían añadir todavía más factores: envejecimiento, expectativas del consumidor, cambios en la economía, cambios políticos, políticas sanitarias… De todos ellos, sólo el primero ha sido considerado explícitamente por algún país. Sin duda, queda mucho por hacer.
Una proyección de gasto ‘limitada’ es la mejor manera de llegar a una conclusión ‘irreal’