En un contexto en el que la medicina de precisión se va abriendo paso, cuesta creer que todavía existan áreas que lejos de avanzar o hacerlo lentamente estén dando pasos para atrás. No será porque no se esté investigando y no se estén haciendo esfuerzos ‘extras’ a nivel de laboratorio, pero las resistencias antimicrobianas van más rápido que cualquier tecnología de última generación.
Los especialistas en enfermedades infecciosas y microbiología llevan tiempo avisando, la OMS también lo ha hecho, hasta varios informes internacionales ponen sobre la mesa que las resistencias antibióticas matarán en 2050 a diez millones de personas, una cifra que sobrepasa la de cualquier otra patología.
Si las resistencias a los antibióticos se propagan sin control muchas enfermedades infecciosas volverán a ser intratables. Un panorama pesimista para que el que “no estamos preparados”.
La semana pasada tenía lugar el mayor encuentro científico a nivel europeo (Eccmid, por sus siglas en inglés) donde infectólogos y microbiólogos se daban cita para avanzar en este campo. En la actualidad no nos separa demasiado de la foto de la derecha, cuando Alexander Fleming descubrió la penicilina. Si bien, los expertos advierten de que hay que buscar nuevas opciones y alternativas como las vacunas o la terapia monoclonal que impida que las infecciones ganen terreno. Esta ‘resistencia’ es en la que actualmente la comunidad científica trabaja.
Una comunidad que pide a la industria farmacéutica que siga apostando por el desarrollo de nuevos antimicrobianos, a la vez que al Gobierno busque fórmulas para respaldar a la industria en esta tarea.
Como explica a GM el presidente electo de la Sociedad Europea de Microbiología y Enfermedades Infecciosas (Escmid), Jesús Rodríguez Baño, habría que buscar la colaboración público privada, en el desarrollo de nuevas moléculas. Este trabajo a tres bandas: universidad, industria y hospital puede ser una buena manera para poder desarrollar el fármaco y que, posteriormente, la explotación también favorezca al sector público. “Por otra parte, habría que repensar el modelo económico que rige actualmente el desarrollo de fármacos, ya que no sirve para los antibióticos. Hay que buscar otras políticas que respalden el desarrollo de moléculas”, asegura.
En cuanto a la investigación antimicrobiana, explica que los esfuerzos se están centrando en la búsqueda de nuevas dianas de tratamiento en investigación básica. La personalización de los antibióticos también esta presente en esta dimensión.
Con todo, parece claro que el esfuerzo debe venir de todos los vértices: Gobierno, a través de la capacitación de sus profesionales; industria, con nuevas moléculas; profesionales, reduciendo el ‘abuso’ de los antibióticos; y la sociedad, mirando la prevención como clave del éxito.
Precisamente, en la Semana Mundial de la Inmunización el papel de las vacunas ha salido, de nuevo, a la palestra. Un papel que se hace cada vez más fuerte como punta de lanza en prevención frente a infecciones.
Está claro que estos instrumentos que conforman la Resistencia pueden allanar el camino a una nueva medicina, que seguirá buscando a su Fleming.
¿Qué sabemos?
Desde que Alexander Fleming descubrió la Penicilina en la década 1920, el mundo ha sido testigo del gran descubrimiento del siglo XX y el comienzo de la era de los antibióticos.
Fue un descubrimiento casi por accidente, ya que en 1928 el científico británico halló una sustancia de crecimiento natural que podía atacar a ciertas bacterias.
En poco tiempo, otros investigadores de Europa y Estados Unidos empezaron a recrear los experimentos de Fleming.
Estos científicos fueron capaces de producir suficiente penicilina como para probarla en animales y en humanos.
A partir de 1941, encontraron que incluso los niveles bajos de este antibiótico curaban infecciones muy graves y salvaban muchas vidas. Al poco tiempo empezaron los problemas de las resistencias, hasta hoy, donde estas moléculas están en riesgo.