En las últimas semanas, el sistema español de Ciencia y Tecnología ha tenido que enfrentarse a la publicación de las recomendaciones de la Comisión Europea en el contexto del semestre europeo; al Spending Review de la AIReF sobre una parte importante de las ayudas en I+D; a la actualización del cuadro de indicadores sobre innovación de la Comisión Europea y al segundo informe sobre la Ciencia en España a cargo de la Fundación Alternativas. Todos inciden en lo mismo: a pesar de las buenas intenciones, la burocracia (por exceso) y la financiación (por defecto) lastran el sistema español de I+D.
¿Casualidad o causalidad? Son cada vez más quienes opinan que las cosas no ocurren porque sí, sino porque algo se ha hecho para que ocurran… O, como en este caso, porque de manera reincidente no se hace lo que debería hacerse. El resultado es que, de manera general, se amplía la brecha que separa a España de los países tractores en la materia. Uno de los datos más llamativos es el de la inversión privada: en España representaba el 0,66 por ciento del PIB en 2017, muy inferior al 1,36 por ciento de la media de países de la UE-28.
Las comparaciones son odiosas, pero no siempre. Es más, son necesarias si se hacen con un ánimo constructivo, como ha ocurrido con las propuestas para incrementar la competitividad del sistema español de incentivos a la I+D+i encargado por Asebio, que parte de una interesante aproximación global: analizar los sistemas de incentivos y sus modelos de gobernanza en otros países, para obtener ideas que puedan ser implementadas en España.
Los mismos informes que sitúan a España en la tabla media baja de la I+D confirman a Reino Unido como el líder absoluto en innovación del continente. ¿Causalidad o casualidad? En este caso no hay rastro de duda. El gobierno británico ha dado muestras más que suficientes de que, si de lo que se trata es de hablar de innovación, lo mejor es predicar con el ejemplo. Lo ha vuelto a hacer con su rompedora propuesta de financiar la I+D de nuevos antibióticos en base a un modelo que, por cuestiones de actualidad, no ha podido hacerse un hueco en el informe impulsado por Asebio, pero que sin duda es un buen benchmarking para impulsar los (aclamados y muy por encima de la media) indicadores de I+D de la industria biofarmacéutica española.
El piloto británico para financiar la I+D de antibióticos es un buen modelo para el benchmarking