Decía el dramaturgo y poeta alemán Johann Wolfgang Goethe que las palomas protestan contra el aire, pero no se dan cuenta que este es precisamente lo único que les permite volar. Algo parecido le está pasando al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con el debate sobre el precio de los medicamentos. El presidente cree que el resto de países se están aprovechando de la inversión que realiza Estados Unidos para tener acceso a los medicamentos a precios más bajos. Su solución: bajar precios por decretazo, y hacerlo tomando como referencia el precio más bajo establecido en el resto de países.
Que el precio de los medicamentos en Estados Unidos es alto es un hecho, como también lo es que este país dispone de uno de los tejidos industriales farmacéuticos más potentes del mundo. Un tejido que aporta innovación, puestos de trabajo y que contribuye de forma más que notable al crecimiento económico del país. Por eso, cuando el presidente Trump tire de su discurso “American First”, no estaría de más que escuchase a esa industria, que ya avisa de las repercusiones que estas medidas pueden tener dentro de sus fronteras. Y es que, medidas como el decretazo anunciado pondrían en riesgo el 20 por ciento de los proyectos de investigación y desarrollo realizados en el país. Además, el 66 por ciento de las compañías farmacéuticas presentes en Estados Unidos auguran posibles recortes de empleos a corto plazo, cierre de instalaciones o el abandono de planes de expansión.
Mirar únicamente dentro de las fronteras en materia de precios no sólo va en contra de lo que desde el propio sector se defiende (precios diferenciales), sino que choca frontalmente con un mundo cada vez más globalizado. Porque no es difícil entender que economías como Estados Unidos, Alemania o Francia paguen más por los medicamentos que, por ejemplo, Rumanía, Bulgaría o Grecia.
Bajar precios por decretazo acabaría con el 20% de los proyectos de I+D en EE.UU y el 60% de las empresas hablan de recortes