J.P.R. Madrid | viernes, 23 de junio de 2017 h |

La realización y la publicación de las guías de práctica clínica no significa que se apliquen. Es una de las conclusiones que puso de manifiesto la secretaría de la junta directiva de la Sociedad Española de Neurología, María del Rocío García Ramos, durante las jornadas de ‘Gestión y Evaluación de Medicamentos: aplicabilidad y resultados en salud’, que organizó la Fundación Gaspar Casal, con la colaboración de la compañía farmacéutica Almirall.

Durante la mesa ‘Traslación de los resultados de las evaluaciones a las guías’, García Ramos identificó tres causas: la ausencia de conocimiento, el comportamiento del médico y las barreras relacionadas con las actitudes. En las primeras, señaló un problema de accesibilidad o una sobrecarga asistencial que pueden impedir que el facultativo conozca las guías. En cuanto al comportamiento del médico existen múltiples factores, desde las preferencias del pacientes, a las recomendaciones complejas y discordantes, la falta de recursos o de incentivos. Sobre las actitudes, destacó varias “como la falta de acuerdo con las guías en general o en particular; la ausencia de expectativas sobre el resultado final, la falta de confianza en la capacidad de llevarlas a cabo, los hábitos y las rutinas o la propia experiencia acumulada”.

El papel del paciente

La participación del paciente se ha convertido en una de las herramientas claves para conseguir una implantación exitosa. El jefe del Servicio de Farmacia del Hospital Universitario y Tecnológico La Fe y ex presidente de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), José Luis Poveda, insistió en la necesidad de los Patient Reported Outcomes, “cualquier resultado evaluado directamente por el paciente, relacionado con su percepción sobre su enfermedad o su tratamiento”, explicó. Durante su intervención, incidió en que esta práctica tendría efectos positivos en la calidad de vida, en el estado de salud, en la adherencia y en la satisfacción.

En cuanto a la respuesta de los profesionales ante estas guías, Poveda subrayó “que las imposiciones de arriba funcionan poco. En cambio, los comités pequeños funcionan mejor. Yo huiría mucho de las imposiciones”, destacó.

El catedrático emérito de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona, Joan Rovira, subrayó que existe un mayor interés por consideraciones económicas en las guías, como el uso de recursos, costes, impacto presupuestario y coste-efectividad.

Un estudio de 2002 advertía de que “que nuevo de 35 GPC (un 26 por ciento) incorporaban en el texto como mínimo un análisis económico (de calidad superior a la media) y 11 de 35 (el 31 por ciento) incorporaban como mínimo un análisis económico en las referencias. Pero a pesar de estos resultados “favorables”, Rovira insistió en que “que el análisis económico identificado haya determinado realmente en medida alguna las recomendaciones que contiene la guía”.

Por su parte, Poveda lamentó que no se incluya el precio en las guías de práctica clínica y solicitó una mayor trasparencia.

Una de las consecuencias de la no implantación de las guías es la imposibilidad de “corroborar los resultados de los ensayos en la vida real”.

La diferencia de resultados entre los ensayos y la vida real es otra de las preocupaciones. “Si se pagara por resultados cambiarían las cosas”, explicó subdirectora general de Farmacia del Sergas, Carolina González Criado.