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Para el efe del Servicio de Oncología del Hospital General de Valencia, Carlos Camps, el abordaje del cáncer de pulmón comenzó a cambiar en 2004 cuando se descubrió la primera mutación tratable: las mutaciones del gen EFGR. “Desde entonces el desarrollo ha sido imparable y espectacular”.
Actualmente, el adenocarcinoma es un conjunto de enfermedades que engloban al menos de 20 entidades diferentes caracterizadas por alteraciones moleculares. Camps explica que algunas de ellas tienen tratamiento dirigido y otras están en fase de investigación. Lo mismo ocurre con el carcinoma epidermoide. “En estos momentos es imposible tratar un cáncer de pulmón avanzado sin conocer la alteración molecular que predomina en un paciente”, aclara.
Algo que complica mucho el abordaje de pulmón es la heterogeneidad y la resistencia. En primer lugar, no todas las células del tumor tienen esa alteración y aunque se destruyen un grupo de células, las otras crecen. Como indica Camps, esto está unido también al fenómeno de las resistencias. Las células que crecen, e incluso las que responden pueden crear mecanismos de resistencia. “Estamos luchando por encontrar nuevas terapias que destruyan las células que adquieren estos fenómenos de resistencia”. En este escenario, han aparecido los TKI (inhibidores de la tirosinakinasa) de primera, segunda, tercera, e incluso, cuarta generación que intentan controlar lo que es la aparición de resistencias. “Es una lucha agotadora”, desvela.
Otro de los problemas a los que se enfrentan los oncólogos es que si se analizan las alteraciones de gen a gen, “nos quedamos sin material biológicos”. Para ello, hay dos áreas: biopsia líquida y el estudio de secuenciación profunda (next generation). “Normalmente tenemos paneles para analizar 20 mutaciones que son las más frecuentes en pulmón y así conocer cuál es el espectro de mutaciones para poder incluso definir una estrategia, no solo del primer tratamiento, sino para tratamientos subsiguientes e incluso combinaciones”.
Camps hace hincapié en la revolución que ha supuesto la biopsia líquida. Con el análisis de esas alteraciones moleculares en la sangre a través de una simple extracción de sangre podemos hacer un control de la heterogenidad y de las resistencias.
La inmunooncología y la inmunoterapia también han revolucionado el escenario. Los tumores desarrollan un mecanismo de resistencias que impide que los linfocitos T sean capaces de reconocer que existe un tumor y no lo puede destruir. Si se bloquea con medicamentos, las células T vuelven a ser capaces de reconocer a las células neoplásicas y destruirlas. “Los que más responden a los tratamientos que bloquean los fenómenos de reconocimiento tumoral, son los que tienen más alteraciones moleculares”.
Por ello, y para terminar, Camps incide en el desarrollo de métodos diagnósticos moleculares para la enfermedad inicial o incluso para los pacientes a riesgo.
Carlos
Camps:
“Es imposible tratar un cáncer de pulmón sin conocer la alteración molecular”