Carlos B. Rodríguez Redactor jefe de El Global | miércoles, 17 de abril de 2019 h |

En septiembre de 2017, un estudio publicado en The Lancet echó un jarro de agua fría sobre las expectativas en salud pública global de la comunidad internacional. Ningún país del mundo estaba, según dicho trabajo, en vías de alcanzar el conocido punto tres de los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por Naciones Unidas durante su 70ª Asamblea General, aquel que recogió la voluntad de los países de la ONU de lograr para 2030 la cobertura sanitaria universal y el fin de las epidemias del sida, la tuberculosis, la malaria y las enfermedades tropicales desatendidas, todo ello en un contexto de garantía de equidad en el acceso a los tratamientos.

Un año después, esta realidad no había cambiado mucho. Tres son los elementos fundamentales de los cuales depende el punto y final de estas tres pandemias: políticas eficaces, derechos humanos y una inversión adecuada. Y al menos una de ellas, la última, es hoy absolutamente insuficiente. Con sus presupuestos actuales, el organismo diseñado ad hoc para erradicar las tres grandes pandemias en 2030, el Fondo Mundial para la Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, no está en disposición de conseguir su objetivo, según declaró su propio director ejecutivo, Peter Sands, en una visita a España.

Amenazas globales

Alrededor de 37 millones de personas en todo el mundo viven hoy con el virus del sida, el 95 por ciento en países en vías de desarrollo. Y no solo eso, sino que cada día unas 6.000 personas, de entre ellas 1.000 mujeres jóvenes, se infectan del sida. Estos datos no ocultan que la lucha durante estos años se ha intensificado. Pero, pese a ello, y pese a la mejora en la calidad de vida de los pacientes, el sida sigue teniendo graves consecuencias, especialmente en países de ingresos bajos o medios. Se estima que más de 25 millones de afectados que reúnen las condiciones para recibir esa terapia no tienen acceso a antirretrovirales.

Algo similar ocurre con la tuberculosis: de los 10 millones de personas que la contraen cada año, se estima que solo 6 millones de personas son diagnosticadas y tratadas, el pico de un iceberg que, bajo la superficie, mantiene a un importante número de personas que siguen transmitiendo la enfermedad. Y la malaria es un ejemplo igual de esclarecedor. Su mortalidad se ha reducido a la mitad, pero su presencia amenaza la salud pública en 108 naciones. Sólo durante el último año, ha terminado con la vida de alrededor de 500.000 personas.

El Fondo Mundial

Las perspectivas deberían de invitar a muchos países a cumplir los compromisos firmados hace años, pero reunir la inversión necesaria sigue siendo el caballo de batalla del Fondo Mundial, iniciativa creada en 2002 al amparo de Naciones Unidas a causa de las devastadoras consecuencias causadas por estas tres pandemias en muchos países. Los resultados más destacados de su último informe hablan por sí solos: 27 millones de vidas salvadas desde 2002 y un descenso de un tercio en el número de personas que mueren a causa del sida, la malaria y la tuberculosis en los países donde invierte; 17,5 millones de personas con tratamiento antirretroviral para el VIH; 5 millones de personas diagnosticadas y tratadas contra la tuberculosis y 548 millones de mosquiteras distribuidas mediante programas para la malaria.

Si algo muestra esta actualización es lo lejos que puede llegar la cooperación internacional al desarrollo. “Juntos, podemos poner fin a estas epidemias, pero lograr este objetivo requerirá de cambios: mayor inversión, innovación acelerada, colaboraciones aún más efectivas y un incansable enfoque hacia la generación de impacto”, declaró el director ejecutivo del Fondo. El tiempo corre para alcanzar el pico de inversión requerido hasta 2020, y que anualmente requiere 26.000 millones de dólares anuales en el caso del sida; 14.000 en el caso de la tuberculosis y 6.000 en el caso de la malaria.

El de España es un ejemplo de cómo las donaciones al Fondo Mundial se han visto afectadas por la coyuntura económica. Entre 2001 y 2010, nuestro país aportó 723 millones de dólares (más de 600 millones de euros). Llegó a ser, en su momento, el quinto donante más importante del Fondo. Aún hoy, España se sitúa como el duodécimo donante público en términos acumulativos, y ello a pesar de no haber contribuido al fondo desde 2011, y a pesar de haber dejado a deber más de 100 millones de los anteriormente comprometidos.

Lo ocurrido con el al Fondo no es una excepción dentro de los programas generales de cooperación al desarrollo, que en nuestro país se han reducido en la última década, hasta destinar el 0,15 por ciento del PIB, cifra que se remontan a la de los años 80.

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Con sus presupuestos actuales, el Fondo Mundial para la Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria no está en disposición de conseguir su objetivo



El de España es un ejemplo de cómo las donaciones al Fondo Mundial se han visto afectadas por la coyuntura económica