Por Jesús Aguilar Santamaría, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos de España

Se dice que las guerras aceleran los cambios. Y, sin duda, la guerra que todo el mundo está librando contra la COVID-19 no es una excepción. Desde el comienzo de esta emergencia sanitaria sin precedentes en los últimos cien años, tenemos muchos ejemplos en todos los ámbitos; especialmente en el de la salud.

Si en pocos meses la ciencia y la industria farmacéutica hizo posible que estuviera disponible la vacuna; en un plazo similar hemos conseguido que, por ejemplo, en España ya esté vacunada con pauta completa más de 40 millones de ciudadanos; unos de los índices más altos del mundo. Son datos para la esperanza de una humanidad que ha tomado conciencia de su fragilidad ante una pandemia y, por tanto, de la necesidad de aprovechar al máximo todos los recursos para combatirla. Entre medias un sinfín de retos y desafíos que había que solucionar con urgencia.

Y en este contexto, la profesión farmacéutica ha dado un paso al frente. Se ha reafirmado, en sus diferentes modalidades de ejercicio profesional y ante muchos que aún no eran conscientes de ello, como una profesión sanitaria esencial.

No solo hemos estado a la altura de las circunstancias; sino que a través de la Organización Farmacéutica Colegial y en coordinación con las distintas autoridades sanitarias, hemos liderado iniciativas para hacer frente a las distintas necesidades que se han ido presentando, siempre anteponiendo la salud de los ciudadanos a cualquier otro interés.

Ahí están acciones, según las Comunidades Autónomas, como la atención farmacéutica domiciliaria; la dispensación colaborativa entre farmacia hospitalaria y farmacia comunitaria de medicamentos del ámbito hospitalario a pacientes externos; o la distribución de mascarillas y tes de autodiagnóstico a través de la receta electrónica. Y, por supuesto, tal como recomienda el propio Ministerio de Sanidad, la supervisión, realización, registro y notificación de casos positivos a través de los test de detección de la COVID-19 en las farmacias comunitarias, e incluso la emisión de certificados en algunas comunidades. Funciones que convierten a las farmacias comunitarias en auténticos espacios de salud pública.

En toda acción en la que se ha contado con la farmacia ha resultado exitosa. Esta experiencia acumulada se convierte en un aval para seguir avanzado por el camino de la colaboración e, incluso, pisar el acelerador

El resultado es que en toda acción en que se ha contado con la Farmacia y los farmacéuticos ha sido un éxito. Esta experiencia acumulada en estos últimos dos años se convierte así en un aval para seguir avanzando por ese camino e, incluso, para pisar el acelerador. Porque el futuro se construye trabajando al mismo tiempo el corto y el largo plazo.

Ahí están los importantes documentos presentados a lo largo de 2021, como la Estrategia Social de la Profesión de Farmacéutica, para favorecer las trasformaciones y retos previstos en la “Estrategia de Desarrollo Sostenible 2030” del Gobierno de España; o la Agenda Digital, en la que la innovación, entre otros fines, se pone al servicio de la continuidad asistencial y la seguridad del paciente. Y, por supuesto, el documento “Propuestas de la Profesión Farmacéutica a los retos presentes y futuros del SNS”, que recoge un decálogo de iniciativas asistenciales, sociales y digitales.

Así, entre las medidas asistenciales destaca la creación de una cartera concertada de Servicios Profesionales Farmacéuticos desde la farmacia comunitaria para potenciar la Atención Primaria; la integración de la Farmacia en las estrategias de Salud Pública Nacionales y Autonómicas a través del Centro Estatal y siendo parte de la Red de Vigilancia de Salud Pública de próxima creación. Del mismo modo, se propone continuar reforzando la dispensación colaborativa entre la farmacia hospitalaria y la farmacia; o consolidar el modelo de atención farmacéutica domiciliaria, garantizando que el medicamento siempre esté custodiado por un profesional farmacéutico.

En materia social, apostamos por el desarrollo, en colaboración con las autoridades competentes y con los agentes del medio rural, de una atención sociosanitaria integral; y solicitamos que se estudien incentivos fiscales para las farmacias de ámbito rural, al mismo tiempo que se asegura la sostenibilidad económica de toda la red, especialmente en las zonas más frágiles y deprimidas.
Por último, en el ámbito digital, proponemos la mejora de la interoperabilidad de la receta electrónica; el avance en los sistemas de receta electrónica de las Mutualidades; el impulso de un historial farmacoterapéutico único; o la puesta en marcha de un plan nacional para la seguridad del paciente en Internet.

Este rotundo balance de la profesión farmacéutica, que incluye tanto una completa hoja de servicios como ambiciosas propuestas de futuro, solo es posible gracias al esfuerzo colectivo de los 76.000 farmacéuticos colegiados que desarrollan su labor en la investigación, la docencia, la industria, la distribución, los análisis clínicos, los hospitales, la salud pública y, por supuesto, en una red de 22.137 farmacias comunitarias que diariamente presta servicio a más de 2,3 millones de ciudadanos.