Por Manuel Naves Díaz, presidente de SEIOMM.
La situación que estamos viviendo con motivo de la pandemia por la COVID-19 no solo está mermando nuestro sistema de bienestar, sino que, además, y de forma evidente, está condicionando de forma muy notable la calidad de vida de la población en general y de la población más anciana en particular. Esta situación de crisis también se ha trasladado al ámbito sanitario. En algunos casos la atención a otras patologías, como es la osteoporosis, ha pasado a un segundo plano.
Durante el confinamiento por el estado de alarma, hubo una creciente preocupación por el efecto que la falta de movilidad podría tener sobre determinadas patologías, entre ellas la osteoporosis, pero también fue preocupante la suspensión de los tratamientos pautados, tanto por la falta de información y la generación de información sesgada como por un cierto retraso en la atención médica.
Adherencia a tratamientos
Quizás uno de los mayores impactos que una crisis sanitaria de esta envergadura puede generar es el de la suspensión de tratamientos pautados, lo que se denomina comúnmente adherencia al tratamiento. Muchos pacientes, por miedo y falta de información, abandonan los tratamientos que estaban tomando.
Si bien en todas las patologías, como la diabetes, hiperlipidemia o hipertensión, la interrupción del tratamiento puede tener consecuencias fatales, en el caso de los tratamientos para la osteoporosis su falta de adherencia no es el desencadenante de un evento fatal inmediato, pero sí que puede condicionar a corto-medio plazo no solo la morbilidad y calidad de vida del paciente, sino también contribuir a un aumento en la mortalidad.
La falta de adherencia en los tratamientos para la osteoporosis puede conllevar a que, en unos pocos meses, se pierda todo lo que se pudo haber prevenido y ganado con el tratamiento. Todo ello va a desencadenar la consecuencia más grave de la osteoporosis, que es la fractura.
Durante el confinamiento por el estado de alarma, hubo una creciente preocupación por el efecto que la falta de movilidad podría tener sobre determinadas patologías, entre ellas la osteoporosis
Cuando pensamos en la fractura osteoporótica la primera que nos viene a la cabeza es la de cadera, condicionante del deterioro de la calidad de vida del paciente que la sufre y factor importante de riesgo de mortalidad. Pero además de la de cadera hay otras fracturas osteoporóticas, como por ejemplo las vertebrales, que son muy frecuentes y que, aunque en un elevado porcentaje pasan desapercibidas, ocasionan incapacidad funcional y merma en la calidad de vida. Son además un importante desencadenante de la aparición de una nueva fractura, como la de cadera.
Esta preocupación por la falta de cumplimiento a los tratamientos y sus posibles consecuencias llevó a que la SEIOMM publicase unas recomendaciones el pasado mes de abril, basadas en las que había difundido previamente la Osteoporosis International Foundation (IOF), pero adaptadas a nuestras circunstancias particulares.
Recomendaciones de la SEIOMM
Estas recomendaciones han tratado de alertar de ciertos riesgos en personas de edad avanzada y que viven solas, pero también se ha querido clarificar las dudas o preocupaciones de los pacientes respecto a sus tratamientos para la osteoporosis. De entre los puntos que se abordaron, destacamos los siguientes:
a) Evitar obstáculos en el hogar para prevenir las caídas, causa común de la fractura.
b) No interrumpir ningún tratamiento para la osteoporosis sin hablar antes con su médico.
c) Evitar la soledad y solicitar ayuda para la compra, incluida la adquisición de medicamentos en la farmacia.
d) Mantener la receta electrónica actualizada.
e) Los tratamientos usados para el COVID-19 no han demostrado tener interacciones con medicamentos para tratar la osteoporosis.
f) Las personas infectadas que han superado la enfermedad por COVID-19 deberían volver al tratamiento para la osteoporosis tan pronto como sea posible.
Esta época COVID-19 también ha sembrado muchas dudas sobre la eficacia de determinados fármacos y sus posibles efectos adversos, pero también ha conferido un inusitado protagonismo a determinados tratamientos, algunos utilizados en el metabolismo óseo.
Suplementos de calcio y vitamina D
Es bien sabido que mantener unos niveles adecuados de vitamina D, junto con un adecuado aporte de calcio, son fundamentales para el correcto mantenimiento del metabolismo óseo. Pero además, a la vitamina D se le han atribuido, en gran medida este año, otros efectos beneficiosos desde el punto de vista inflamatorio e inmunológico, denominados como no clásicos o pleiotrópicos. En el momento actual hay muchos estudios en marcha que muestran una asociación entre los niveles elevados de vitamina D y una mejor evolución por la infección por la COVID-19, pero sin haber mostrado hasta la fecha una relación causa-efecto más allá de los ya conocidos y demostrados efectos sobre el metabolismo óseo.
Desde SEIOMM se está elaborando actualmente un documento de posicionamiento sobre la vitamina D en la pandemia por la COVID-19.