Avanzando en el nuevo rol de la Atención Primaria

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Por Antonio Fernández-Pro Ledesma, presidente de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

Durante el primer trimestre del año 2020 estábamos inmersos en una “lucha” por una nueva estrategia para la Atención Primaria, con un reconocimiento implícito, por parte de la Administración sanitaria, de que este ámbito asistencial estaba muy presionado y al límite por la falta de recursos, tanto materiales como humanos. En este contexto, se establecía una estrategia clara para intentar modificar esta tendencia. Pero llegó la pandemia y el Estado de alarma, con lo que los pasos dados en este sentido se paralizan y comienza una ‘nueva realidad’ donde inevitablemente cambia de forma abrupta la forma de relacionarnos con los pacientes y nuestra tradicional forma de trabajar, perdiendo gran parte de consultas presenciales, resurgiendo nuevos conceptos de hacer consultas, como la telemedicina.

No cabe duda que este cambio de escenario, de inicio, causa tensiones a los profesionales y en ocasiones estrés, pero a la vez todos somos conscientes de que es una nueva herramienta que ha venido a quedarse, y que debemos y tenemos que familiarizarnos con ella, porque seguirá siendo una herramienta básica en nuestro quehacer diario.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la telemedicina como “la prestación de servicios de salud (en los que la distancia es un factor determinante) por parte de profesionales sanitarios, a través de la utilización de tecnologías de la información y la comunicación (TICs) para el intercambio de información válida para el diagnóstico, el tratamiento, la prevención de enfermedades, la investigación y la evaluación y para la formación continuada de profesionales sanitarios, todo ello, con el objetivo final de mejorar la salud de la población y de las comunidades”.

Ante esta situación, tenemos que hacernos una serie de preguntas. La primera es si estaba el sistema preparado para ello antes de la pandemia. Lo primero que evidenciamos es una falta clara de regulación en lo que se refiere a la parte de la telemedicina que es la teleconsulta. Ya, en el año 2017, la Asociación Médica Mundial (AMM) -en su documento ‘Declaración de la AMM sobre las responsabilidades y normas éticas en la utilización de la telemedicina’- avisaba, y a la vez señalaba, que “en una emergencia en que se utilice la telemedicina, la opinión del médico puede tener que basarse en información incompleta, pero en estos casos, la urgencia clínica de la situación será el factor determinante para entregar una opinión o un tratamiento. En esta situación excepcional, el médico es responsable de sus decisiones”.

En el ámbito médico-sanitario, la COVID-19 nos ha obligado a replantear el ejercicio de la propia Medicina, no solo en ámbitos clínico-asistenciales, sino también en la forma de comunicación entre los propios profesionales

Por otra parte, en plena pandemia y en el BOE-A-2020-4733 se plantea, que considerando que ante este contexto extraordinario, que el uso de plataformas de teleasistencia y/o teleconsultas es una herramienta idónea para poder garantizar las prestaciones de demanda esencial e impostergable, y que también se deben garantizar, por vía de teleasistencia, todas las prestaciones que requieran continuidad de tratamiento, con el fin de evitar interrupciones en la asistencia y tratamiento de los pacientes.

Por último, el Informe de la Comisión Central de Deontología en relación a la telemedicina en el acto médico , intenta normalizar y hace referencia a esta nueva realidad: “En el ámbito médico-sanitario, la COVID-19 nos ha obligado a replantear el ejercicio de la propia Medicina, no solo en ámbitos clínico-asistenciales, sino también en la forma de comunicación entre los propios profesionales sanitarios y entre estos y los pacientes”.

En definitiva, la “Teleconsulta” es una herramienta a la que tenemos la urgente necesidad de adaptarnos, sin presencia del paciente, pero debemos realizarla con una regulación que esperemos que llegue pronto y despeje todas las incógnitas que, esta nueva manera de hacer Medicina, provoca en los profesionales. En poco tiempo veremos el gran desarrollo de este sistema y, tanto los profesionales como los pacientes, verán sus bondades y estimarán sus beneficios.

La telemedicina no debe ser una nueva manera de hacer Medicina, si no que debe ser una herramienta por la que se presta la misma asistencia y complementará la forma tradicional de hacer medicina.

Tenemos que avanzar en un “código” de funcionamiento de esta modalidad de hacer Medicina, en el que se guarden todos los modos de seguridad, confidencialidad e intimidad hacia el paciente y salvaguarden esa relación médico-paciente.

En los tiempos que corren, no cabe ninguna duda que una de las grandes ventajas de esta modalidad ha sido la disminución del riesgo de contagio de pacientes y profesionales al evitar el contacto directo. La reducción de la presión asistencial en las consultas, sin una pérdida de calidad de las mismas, es una de los valores en alza de la telemedicina. Por otra parte, la salvaguarda de la confidencialidad de las historias clínicas y los datos clínicos del paciente, y que la humanización sea en un entorno virtual, son asignaturas que hay que aprobar para imponer este nuevo sistema y que los pacientes se encuentren en un entorno seguro en lo que respecta a la intimidad.

Tenemos que trabajar en un futuro en la mejora de la calidad asistencial, el objetivo siempre será el mismo y lo conseguiremos con nuevas herramientas.