El cáncer de cuello uterino ocupa el cuarto lugar entre los tipos de cáncer más frecuentes en mujeres a nivel mundial. En 2022, su incidencia fue de 14,1 casos por cada 100.000 mujeres, con las tasas más elevadas en África y las más bajas en Asia occidental. Prácticamente todos los casos están vinculados a entre 12 y 15 tipos de virus del papiloma humano (VPH) de alto riesgo, y factores como conductas sexuales de riesgo, tabaquismo e inmunodeficiencia incrementan la probabilidad de exposición o persistencia del virus.

En 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó la Estrategia Mundial para la Eliminación del Cáncer de Cuello Uterino, que establece tres objetivos clave para 2030: lograr que el 90% de las niñas de hasta 15 años completen la vacunación contra el VPH; que el 70% de las mujeres menores de 45 años se realicen al menos dos pruebas de detección del VPH; y garantizar que el 90% de las mujeres diagnosticadas con lesiones o cáncer reciban el tratamiento adecuado. En este contexto, un reciente estudio publicado en The Lancet, ha querido ahondar en la situación actual de prevalencia del virus del papiloma humano en el mundo y comprobar que tan cerca nos encontramos de alcanzar los objetivos de la OMS.

En esta revisión sistemática y metanálisis se analizaron estudios cuantitativos, incluidos ensayos transversales, longitudinales, de casos y controles, así como ensayos controlados aleatorios, que reportaran la prevalencia del VPH en mujeres de 50 años o más con citología normal. La búsqueda abarcó publicaciones disponibles hasta el 31 de mayo de 2022 en bases de datos como PubMed, Scopus y Web of Science.

La prevalencia combinada del VPH, tanto en general como de tipos de alto riesgo, se estimó mediante modelos de efectos aleatorios, proporcionando intervalos de confianza del 95%. Asimismo, se analizaron las diferencias geográficas mediante metanálisis estratificados y modelos de metarregresión múltiple. Cuando los estudios informaron datos por grupos de edad de cinco años y genotipos específicos, estas prevalencias también se calcularon utilizando modelos de efectos mixtos.

Prevenir y detectar el VPH

El cribado del cáncer de cuello uterino suele recomendarse a mujeres de entre 25 y 65-70 años en países de ingresos altos, mientras que en naciones de ingresos bajos la edad límite suele establecerse en los 49 años. A nivel global, la citología sigue siendo el método principal de detección, aunque en la última década muchos países de ingresos altos han adoptado el cribado basado en el VPH. En contraste, en países de bajos ingresos se recurre principalmente a la inspección visual con ácido acético.

Este enfoque ha logrado reducir la incidencia del cáncer de cuello uterino en países de ingresos altos; sin embargo, en algunas regiones, tanto de ingresos altos como bajos, las tasas de incidencia se han estancado o incluso incrementado, especialmente entre mujeres mayores que superan la edad recomendada para el cribado. Ajustando por histerectomías, la incidencia es aún mayor entre las mujeres de mayor edad.

En algunas regiones, tanto de ingresos altos como bajos, las tasas de incidencia se han estancado o incluso incrementado, especialmente entre mujeres mayores que superan la edad recomendada para el cribado.

Diversos factores pueden explicar este mayor riesgo en mujeres mayores, como una persistencia viral prolongada, reactivación del virus por deterioro inmunológico o nuevas infecciones virales. No obstante, los patrones de infección y persistencia del VPH aún no se comprenden completamente. Además, las mujeres mayores perciben un menor riesgo de desarrollar cáncer de cuello uterino en comparación con las más jóvenes, lo que podría influir en su participación en programas de cribado. En el estudio destacan que las mujeres mayores también presentan una mayor mortalidad por este tipo de cáncer, y las proyecciones indican que las tasas globales de mortalidad aumentarán en las próximas dos décadas, especialmente en regiones con acceso limitado al cribado y a la vacunación contra el VPH, como África, América del Sur y América Central.

Así, los investigadores recalcan que el envejecimiento de la población mundial subraya la importancia de comprender la carga del VPH en mujeres mayores. Estudios previos han identificado un primer pico de prevalencia del virus en mujeres menores de 34 años y un segundo en mujeres mayores de 45 años con citología normal, observado en diversas regiones del mundo.

Sin embargo, las revisiones y el informe del Centro de Información sobre el VPH publicado en 2023 incluyen datos de estudios realizados hasta 2015, lo que deja un vacío en cuanto a información actualizada sobre el impacto del VPH en este grupo poblacional. Esto resalta la necesidad de investigaciones recientes que profundicen en los patrones de infección y prevalencia en mujeres mayores, especialmente dado su creciente peso demográfico a nivel global.

Impacto en mujeres de 50 años o más

Esta revisión, basada en 132 estudios, ofrece un análisis exhaustivo de la prevalencia del VPH en mujeres de 50 años o más con citología normal. Según los datos analizados, la prevalencia global de cualquier tipo de VPH fue del 11,70%, mientras que la prevalencia de tipos de alto riesgo (VPH-AR) se estimó en un 6,45%.

A nivel mundial, la prevalencia de cualquier tipo de VPH y de VPH-AR mostró una tendencia decreciente después de los 55 años, con un ligero aumento entre los 65 y 74 años, seguido nuevamente de un descenso. Estas cifras variaron significativamente según la región geográfica, siendo las tasas más altas en África occidental y América Central, y las más bajas en Europa occidental. Así, regiones como Asia occidental y meridional, Polinesia y el norte de África presentaron prevalencias de VPH-AR comparables a las observadas en Europa occidental.

A nivel mundial, la prevalencia de cualquier tipo de VPH y de VPH-AR mostró una tendencia decreciente después de los 55 años, con un ligero aumento entre los 65 y 74 años, seguido nuevamente de un descenso.

En cuanto a los tipos de VPH más frecuentes, el VPH-16 y el VPH-53 destacaron a nivel global, aunque su distribución mostró diferencias notables entre regiones, subrayando la necesidad de enfoques locales en la prevención y tratamiento del VPH.

Aunque este estudio reveló una incidencia del 11,70%, también encontró que estudios anteriores mostraban una prevalencia del 10% en mujeres de 55 a 64 años, del 9,7% en aquellas de 65 años o más, y tasas más altas en mujeres menores de 54 años, con un rango entre el 10,9% y el 19,2%. Además, en este análisis, se encontró una prevalencia similar de cualquier VPH, aproximadamente del 9-10%, en mujeres hasta los 64 años. A partir de esa edad, las tasas globales mostraron una tendencia decreciente, aunque con un leve aumento, marcada por una mayor incertidumbre, entre los 70 y 74 años. La prevalencia de tipos de VPH de alto riesgo disminuyó del 6% en mujeres de 50 a 54 años al 5% después de los 55 años, con un ligero repunte en el grupo de 65 a 69 años.

El Centro de Información sobre el VPH, por su parte, reportó una prevalencia global del 6% para cualquier VPH en mujeres de 55 años o más con citología normal, una cifra similar a las estimaciones de VPH de alto riesgo pero no a las de cualquier tipo de VPH. Las discrepancias podrían atribuirse a diferencias en los periodos de inclusión de los estudios, las clasificaciones etarias, los métodos de agrupación o la metodología empleada para detectar el VPH.

Los hallazgos de esta investigación subrayan la necesidad de mantener programas continuos de detección y prevención del VPH en mujeres mayores, dada su alta tasa de mortalidad por cáncer de cuello uterino. Las diferencias geográficas en la prevalencia del VPH deben guiar las decisiones de cribado adaptadas a cada contexto nacional. Sin embargo, es crucial llevar a cabo más investigaciones, especialmente en África y Oceanía, para obtener una visión más completa de la situación global.

Además, es fundamental estudiar con mayor profundidad la dinámica del VPH en mujeres mayores para poder diseñar intervenciones más efectivas y adaptadas a sus necesidades. Para cumplir con el objetivo de la OMS de eliminar el cáncer de cuello uterino, es imprescindible que las estrategias de prevención incluyan a las mujeres mayores, un grupo que con frecuencia está marginado en las políticas de detección actuales, puntualizaron en el estudio.


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