Una buena aptitud cardiorrespiratoria en la juventud se asocia con un riesgo hasta un 40 por ciento menor de desarrollar nueve cánceres específicos en la edad adulta, sobre todo en hombres. Según sugiere un amplio estudio a largo plazo publicado en el British Journal of Sports Medicine, los cánceres de cabeza y cuello, tubo digestivo (esófago), estómago, páncreas, hígado, intestino, riñón y pulmón conformarían la lista de tumores cuyo riesgo podría ser menor solamente por disponer de la capacidad para hacer ejercicio aeróbico (correr, montar en bicicleta, nadar durante periodos sostenidos o incluso subir escaleras).
La actividad física regular y adecuada se asocia con beneficios clave para la salud humana, como mejoras en el control del peso, la aptitud muscular y cardiorrespiratoria, la salud ósea y funcional y un menor riesgo de caídas y varias enfermedades no transmisibles, como diabetes, enfermedades cardiovasculares, depresión y algunos tipos de cáncer. Así lo recoge el artículo ‘Exercise and cancer: a position statement from the Spanish Society of Medical Oncology’, una revisión encargada en 2019 por la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
Cada vez hay más evidencia de la investigación preclínica de que el ejercicio regular puede influir en el desarrollo del cáncer o en la tasa de crecimiento del tumor una vez que se ha iniciado la malignidad. Sin embargo, se han realizado pocos estudios a gran escala y a largo plazo sobre múltiples tipos de cáncer. Por lo tanto, los investigadores se basaron en datos de registro suecos vinculados hasta finales de 2019, que cubren información de antecedentes, diagnósticos médicos y muertes de reclutas que comenzaron su servicio militar entre 1968 y 2005.
Al comienzo de su servicio, cuando tenían entre 16 y 25 años, los reclutas se sometieron a una batería estándar de evaluaciones. Entre otras cosas, se les midió la altura, el peso (índice de masa corporal), la tensión arterial, la fuerza muscular y la capacidad cardiorrespiratoria. En este sentido, los reclutas con un bajo nivel de forma física cardiorrespiratoria tenían ligeramente más probabilidades de ser obesos, de tener antecedentes de consumo abusivo de alcohol y sustancias, así como de tener padres con un nivel educativo más bajo que los reclutas con un nivel de forma física más alto.
El análisis final incluyó a más de un millón de hombres, de los cuales 84.117 (7 por ciento) desarrollaron posteriormente cáncer en al menos una localización durante un periodo medio de seguimiento de 33 años. En comparación con los hombres con un bajo nivel de forma física en el momento del reclutamiento, una mayor forma física cardiorrespiratoria se asoció con un menor riesgo de desarrollar tipos específicos de cáncer.
En concreto, se asoció con un riesgo un 5 por ciento menor de cáncer de recto (2.337); un 12 por ciento menor de cáncer de páncreas (1.280); un 18 por ciento menor de cáncer de intestino (3.222); un 19 por ciento menor de cáncer de cabeza y cuello (2.738 hombres); un 20 por ciento menor de cáncer de riñón (1.753); un 21 por ciento menor de cáncer de estómago (902); un 39 por ciento menor de cáncer de tubo digestivo (689); un 40 por ciento menor de cáncer de hígado (1.111); y un 42 por ciento menor de cáncer de pulmón (1.635).
Una mayor forma física cardiorrespiratoria también se asoció con un aumento del 7 por ciento del riesgo de cáncer de próstata (14.232 hombres) y del 31 por ciento del riesgo de cáncer de piel (23.064). Los investigadores sugieren que el cribado del cáncer de próstata y la exposición a la luz solar podrían explicar estos resultados. Aunque se trata de un estudio observacional, los hallazgos se reflejan en las directrices de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO) sobre el ejercicio durante el tratamiento del cáncer, señalan.
“Este estudio muestra que una mayor forma física en hombres jóvenes sanos se asocia con un menor riesgo de desarrollar nueve de los 18 cánceres específicos de lugar investigados, con las tasas de riesgo clínicamente más relevantes en el tracto gastrointestinal. Estos resultados podrían utilizarse en la elaboración de políticas de salud pública, reforzando aún más el incentivo para promover intervenciones dirigidas a aumentar la forma física cardiorrespiratoria en los jóvenes”, concluyen los investigadores.