Alrededor de 15 millones de personas sufren un ictus cada año en todo el mundo, constituyendo la segunda causa de muerte en España, la primera en mujeres. Representa además la primera causa de discapacidad física en adultos, por lo que su prevención es una prioridad. Existen diversos motivos que pueden llegar a producir un ictus; entre ellas, la fibrilación auricular (FA), que además de ser la arritmia más frecuente en la práctica clínica, es un factor de riesgo destacado en los accidentes cerebrovasculares, como el ictus. Precisamente la prevalencia e incidencia de FA, que aumenta considerablemente con la edad, se ha ido incrementando sustancialmente en los últimos años.
Ahora, el primer estudio poblacional realizado en España sobre este tema ha demostrado la asociación entre el incremento en el uso de los anticoagulantes orales de acción directa (ACODs), y la reducción de la incidencia de ictus isquémicos ligados a fibrilación auricular (FA). Se trata de un trabajo multidisciplinar, publicado en la Revista Española de Cardiología y que comprende un periodo de 14 años, que concluye que una mayor utilización de este tratamiento en territorio nacional conduciría a mejores resultados en salud. Estos datos permiten dimensionar su alcance, el cual es analizado por Gaceta Médica en un artículo en colaboración con Bayer.
Actualmente las guías clínicas recomiendan los ACODs antes que los AVK para la prevención del ictus con FA, un tratamiento disponible desde hace años y que se ha convertido en estándar y primera línea de tratamiento en Europa. Sin embargo, España es de los pocos países europeos donde los ACODs están en segundo lugar, a pesar de que estos fármacos cuentan con mayor seguridad, facilidad de control, o un menor grado de interacciones farmacológicas y alimentarias, entre otras ventajas.
Con todo, en España los ACODs han de superar la barrera del visado de inspección para su prescripción a pacientes, lo que deriva en la consecuente menor penetración del tratamiento en territorio nacional respecto a Europa.
Se ha evidenciado una correlación positiva y estadísticamente significativa entre una mayor penetración de estos fármacos y la reducción de la tasa de ictus
Según arrojan los resultados de este estudio, la tasa de incidencia de ictus cardioembólico aumentó desde 2005 hasta 2012. A partir de entonces, con la introducción de los ACODs en España se ha mantenido constante o ha disminuido ligeramente. Del mismo, se ha evidenciado una correlación positiva y estadísticamente significativa entre una mayor penetración de estos fármacos y la reducción de la tasa de ictus. Concretamente, el aumento de la administración de ACODs se asoció significativamente con una reducción de los accidentes cerebrovasculares relacionados con FA en pacientes de 65 años o más.
Sin embargo, a pesar de que los responsables del trabajo abundan en que esta asociación no implica causalidad, sugieren que un incremento del uso de los ACODs en pacientes con FA en España reportaría un mayor beneficio clínico para estos.
La asociación entre una mayor penetración de los ACODs y una reducción de ictus en pacientes con fibrilación auricular en territorio nacional ha sido consecuente con lo demostrado en otros países anteriormente. Si bien en España todavía se desconocía todavía este nexo de mejor pronóstico vinculado a un cambio de patrón en la anticoagulación, en otros como Suecia, Inglaterra, Alemania o Italia ya se había concluido lo mismo que determina este trabajo.
Ictus y FA: un vínculo estrecho
La FA aumenta de 4 a 5 veces el riesgo de accidente cardiovascular en todos los grupos de edad. En España, la prevalencia de la FA es superior al 4% en la población mayor de 40 años, elevándose al 8,5% entre los pacientes mayores de 60 años, y al 16,5% entre los mayores de 83 años.
Asimismo, la tasa de recurrencia del accidente cerebrovascular isquémico relacionado con la FA es aproximadamente de 12% a los 3 meses, más alta que la tasa de otros accidentes cerebrovasculares.
Por todo ello, resulta presumible que aquellos que la padecen sufran más accidentes cerebrovasculares graves que los que no la tienen, lo que se traduce en estancias hospitalarias más prolongadas y tasas de mortalidad más elevadas.
Una buena anticoagulación, clave
Los antagonistas de la vitamina K (AVK) han sido la primera línea de tratamiento anticoagulante oral desde principios de la década de 1950 hasta los últimos años. Sin embargo, su uso en la práctica clínica supone un reto, debido a algunos problemas, como una estrecha ventana terapéutica que dificulta un correcto control de la anticoagulación. Además de las interacciones farmacológicas o con alimentos, este tratamiento exige un monitoreo frecuente y visitas médicas para ajustar la dosis, algo que también fue un hándicap en contexto de pandemia.
Por su parte, los ACODs han dado cuenta de su eficacia, destacando como su principal beneficio la importante limitación del riesgo de hemorragia intracraneal (HIC). Además, respecto a los AVK, son capaces de inhibir directamente sus dianas terapéuticas.
Adicionalmente, este grupo terapéutico no precisa de un seguimiento estrecho como los AVK, por lo que facilita el buen control de la anticoagulación, la adherencia terapéutica y evita visitas innecesarias a los centros sanitarios, lo que también repercute de forma positiva desde el prisma económico.