Con motivo del Día Mundial de la Salud Digestiva, es necesario subrayar la incidencia tumoral que estas presentan en la actualidad, con una elevada frecuencia y mortalidad. El cáncer hepático primario es así la sexta neoplasia en todo el mundo, además de la cuarta muerte por cáncer.
Como ha ocurrido en la mayoría de unidades, el impacto de la pandemia se ha dejado notar también en sus servicios, como el de Aparato Digestivo y Hepatología del Hospital General Universitario Gregorio Marañón. El desvío de recursos humanos de todo tipo de profesionales sanitarios hacia áreas críticas de atención a pacientes Covid-19 ha sido una constante, tal y como relata Ana Matilla, médico adjunto del servicio.
En el momento actual la situación es bien distinta, con la meta en el horizonte la puesta en marcha de la actividad asistencial. Aún todavía con un ritmo lento, se están diseñando circuitos libres de coronavirus para minimizar el riesgo de contagio. Matilla señala así la importante sobrecarga ya sufrida antes de la pandemia, por lo que en el servicio se es consciente de la demora que existirá en adelante, atendiendo a pacientes con complicaciones por la espera, retrasos diagnósticos y pérdidas de seguimiento.
CHC durante la Covid-19
Por su parte, el carcinoma hepatocelular (CHC) es ya en España el décimo más frecuente y la séptima causa de muerte por cáncer. Aunque ha existido variabilidad entre comunidades, el impacto de la crisis sanitaria en pacientes con CHC, en los grandes hospitales de Madrid su actividad asistencial se ha visto ralentizada. “La actividad trasplantadora se ha limitado a casos concretos de fallos hepáticos fulminantes o insuficiencia hepática grave, donde el riesgo vital sin el trasplante superaba con creces los otros riesgos a asumir en la pandemia”, apunta Matilla.
En lo que respecta a procedimientos quirúrgicos, el área de CHC ha parado completamente su actividad en el hospital “pues la infraestructura de quirófanos se utilizó para ampliar las camas de intensivos”. Sin embargo, la actividad en pacientes oncológicos con alta carga tumoral se ha mantenido prácticamente intacta para evitar la pérdida de la ventana terapéutica.
Escenario de la RE
Uno de los tratamientos que se emplea para tratar este tipo de patología es la radioembolización (RE), consistente en la administración dentro del árbol arterial del hígado de millones de pequeñas partículas radioactivas cargadas con un isótopo radiactivo llamado Itrio-90. “La mejora de la técnica, la mejor selección de los pacientes y la posibilidad de combinar con tratamientos de otro tipo como la inmunoterapia, o los tratamientos oncológicos orales o intravenosos está haciendo que la RE tenga un enorme potencial terapéutico en el CHC en diferentes escenarios clínicos posibles”, explica Matilla.
Los tratamientos intraarteriales han sido una herramienta fundamental en el manejo del CHC durante la pandemia. “Han sido el tratamiento puente hacia la opción terapéutica definitiva, cirugía o trasplante que necesariamente debía ser diferida”, reseña, “especialmente la RE pues su buena tolerancia y la posibilidad de hacerlo sin necesidad de ingreso mayor de 12 horas. Según Matilla, esto la ha impulsado como uno de los procedimientos más frecuentemente de tratamiento en estos momentos.
Evolución y futuro
La RE ha mejorado mucho en cuanto a tecnología y procedimiento. Matilla señala que “se ha aprendido la importancia de hacer un tratamiento personalizado que permita obtener el máximo de dosis de radiación en el tumor que asegure la máxima eficacia, con mínima o nula dispersión de partículas en el hígado no tumoral que minimice el daño en el resto del hígado”. Este aspecto es especialmente importante, pues en el CHC el hígado en el que asienta este tumor no es un hígado sano.
“En el futuro la evidencia científica que se genere posicionará la RE en el lugar que debe ocupar no solo en el tratamiento del CHC sino en el tratamiento de tumores hepáticos de otros orígenes”, ha vaticinado la especialista.