La prevención y la vacunación son pilares fundamentales de la salud pública, reduciendo el impacto de infecciones prevenibles y protegiendo a las poblaciones más vulnerables. Precisamente, en pacientes con leucemia linfocítica crónica (LLC), la vacunación adquiere una relevancia aún mayor debido a la debilidad del sistema inmunitario que acompaña a esta enfermedad. Estas personas son más propensas a sufrir infecciones graves, por lo que la inmunización adecuada no solo mejora su calidad de vida, sino que también puede prevenir complicaciones que podrían interferir en su tratamiento oncológico.
En línea con esto, Marta Mateos Mazón, especialista en medicina preventiva y Ángel Ramírez Payer, hematólogo, ambos del Hospital Universitario Central de Asturias en Oviedo, pusieron de relieve la importancia de la prevención en estos pacientes en concreto durante el VI curso práctico para el conocimiento y tratamiento de la leucemia linfocítica crónica organizado por el Grupo Español de Leucemia Linfocítica Crónica (GELLC). En este caso, los especialistas explicaron cómo funciona en su centro hospitalario la vacunación de estos pacientes y las dificultades que, en ocasiones, experimentan debido a la falta de cohesión con la Atención Primaria (AP).
Manejo de las infecciones
En la intervención se habla de un aspecto clave en el tratamiento de pacientes con leucemia linfocítica crónica (LLC) y otras enfermedades: el manejo de las infecciones. Las infecciones representan un riesgo importante durante el curso de la enfermedad, ya que se estima que hasta el 80 por ciento de los pacientes desarrollan infecciones. Estas infecciones son causadas por la disfunción del sistema inmunitario innato y adaptativo, lo que los hace más susceptibles a infecciones bacterianas, víricas y oportunistas. En este contexto, es crucial una adecuada estrategia de prevención y tratamiento de las infecciones para mejorar la supervivencia, especialmente cuando los nuevos tratamientos han logrado un gran avance en la efectividad, pero las infecciones siguen siendo una complicación grave que puede llevar a la progresión de la enfermedad o la muerte.
Ramírez Payer enfatizó la importancia de conocer el historial de infecciones de los pacientes y los tratamientos previos recibidos, para implementar una vigilancia estricta durante el tratamiento que vaya a seguir. “La vacunación juega un papel esencial en la prevención de infecciones en estos pacientes”, subrayó el especialista, quien además destacó que, aunque la respuesta inmunológica de los pacientes sometidos a tratamientos con inhibidores de la tirosina quinasa (BTK) puede verse afectada, “la respuesta celular permanece relativamente intacta, mientras que la humoral disminuye”. Sin embargo, se recomienda que la vacunación se realice de manera precoz, idealmente al menos dos semanas antes del inicio del tratamiento. Si un paciente no está vacunado en ese plazo, debe ser derivado al servicio de medicina preventiva. Además, hicieron hincapié en la necesidad de evaluar la inmunidad de los pacientes tres meses después de finalizar los tratamientos inmunosupresores.
En cuanto a las vacunas específicas, los expertos mencionaron algunas recomendaciones actuales. Mateos Mazón por su parte expuso que existe cierta discusión con el uso de la vacuna conjugada contra el neumococo (PCV), que no requiere dosis de refuerzo, así como las vacunas indicadas según el historial del paciente, como aquellas contra el herpes zóster o la hepatitis B, entre otras. Además, destacó “la importancia de utilizar vacunas inactivadas en pacientes inmunocomprometidos, como la vacuna contra la gripe, que debe administrarse anualmente”. Del mismo modo, hicieron mención a que la Comisión de Salud Pública ha aprobado nuevas indicaciones de vacunación para pacientes inmunocomprometidos, como aquellos con LLC, lo que refuerza la necesidad de actualizar continuamente las estrategias de vacunación.
Desafíos de la vacunación
En Asturias, el modelo de vacunación enfrenta desafíos logísticos debido a la geografía y a la falta de servicios de medicina preventiva en algunos hospitales comarcales. Los especialistas explicaron que el Hospital Central de Asturias asume la vacunación de pacientes de áreas donde no hay unidades especializadas, lo que subraya la necesidad de coordinación con la atención primaria para evitar que los pacientes deban desplazarse largas distancias. Asimismo, mencionaron un reto adicional relacionado con la financiación de las vacunas, que depende de la Dirección General de Salud Pública y no de las consejerías de salud o los servicios hospitalarios. Este enfoque puede afectar la disponibilidad de ciertas vacunas indicadas para pacientes con enfermedades específicas.
Otro punto importante que se tocó en el evento fue la integración de los sistemas informáticos en la gestión de la vacunación. En Asturias, los hospitales y los centros de atención primaria utilizan diferentes sistemas, lo que dificulta la comunicación y la trazabilidad de las vacunaciones. “Es muy importante registrar todas las vacunas administradas a los pacientes, tanto en el hospital como en Atención Primaria, para evitar la duplicación de dosis y asegurar un seguimiento adecuado de los pacientes”, recalcó Mateos Mazón. No obstante, a pesar de estos desafíos, subrayó que la vacunación en pacientes con LLC debe realizarse incluso si la respuesta inmunológica es baja, ya que cualquier protección es mejor que ninguna.
Finalmente, también destacaron la importancia de la colaboración entre los servicios de hematología, medicina preventiva y Atención Primaria para garantizar que los pacientes reciban las vacunas necesarias de manera oportuna. El uso de herramientas tecnológicas, como las interconsultas electrónicas y la consulta virtual colaborativa, permite una mejor coordinación entre los profesionales de la salud. Además, se insiste en la necesidad de reevaluar la serología de los pacientes una vez finalizado el tratamiento y administrar dosis de refuerzo cuando sea necesario para asegurar una protección continua frente a infecciones prevenibles.