La neurotoxicidad asociada a las terapias CAR-T, conocida como síndrome de neurotoxicidad asociado a células efectoras inmunitarias (ICANS, por sus siglas en inglés), es una complicación potencialmente grave de esta innovadora terapia contra ciertos cánceres hematológicos, como linfomas y leucemias refractarias. Su origen está relacionado principalmente con la liberación de citoquinas, un efecto colateral del tratamiento que desencadena una respuesta inflamatoria sistémica. Las citoquinas inflamatorias, especialmente la interleucina-6 (IL-6), contribuyen a la disfunción de la barrera hematoencefálica, facilitando la inflamación en el sistema nervioso central (SNC). Esta alteración, sumada a la activación masiva de las células CAR-T, puede dar lugar a una cascada inflamatoria que impacta directamente en el SNC.
Las manifestaciones clínicas de la neurotoxicidad varían desde síntomas leves, como cefalea, confusión, alteraciones del lenguaje y déficit de atención, hasta complicaciones severas, incluyendo convulsiones, edema cerebral, déficits neurológicos focales, y en casos graves, coma. Su diagnóstico se basa principalmente en la evaluación clínica mediante herramientas como la escala ICE (Immune Effector Cell-Associated Encephalopathy), que valora parámetros cognitivos y neurológicos. En casos complejos, se pueden realizar estudios adicionales, como resonancia magnética (RM) para detectar edema cerebral, electroencefalograma para identificar actividad epiléptica, y análisis de líquido cefalorraquídeo para evaluar marcadores inflamatorios.
En este contexto, Laura Oleaga, especialista en neurorradiología de la Sociedad Española de Radiología Médica (SERAM), subrayó el papel de la RM en este campo en la LII reunión de la Sociedad Española de Nuerorradiología (SERN) que se celebró en Santander sobre el ‘Manejo radiológico de nuevos tratamientos en la terapia contra el cáncer, terapia CART’.
La especialista asegura que «debido al aumento del número de pacientes en los que se está aplicando este tipo de terapia, los controles por RM para identificar los efectos adversos también han aumentado». Actualmente, se están dando importantes pasos para ampliar el uso de CAR-T más allá de tumores hematológicos, existen numerosos ensayos clínicos para agentes dirigidos a otros antígenos en enfermedades autoinmunes. «También se están desarrollando agentes con efecto sobre tumores sólidos, como el glioblastoma», puntualiza Oleaga.
Factores asociados a ICANS
Diversos factores de riesgo están asociados al desarrollo de ICANS, como una alta carga tumoral previa al tratamiento, el desarrollo de un síndrome de liberación de citoquinas severo, el uso de ciertos productos CAR-T, como tisagenlecleucel o axicabtagene ciloleucel, así como la edad avanzada y comorbilidades. «En la mayoría de los pacientes con un síndrome de neurotoxicidad leve la RM es normal, en los grados avanzados es donde encontramos alteraciones en la RM craneal», explica Oleaga.
Habitualmente, el tratamiento incluye la monitorización intensiva durante las primeras semanas tras la infusión, un periodo crítico para el desarrollo de complicaciones. Los corticosteroides, como la dexametasona, son fundamentales para mitigar la inflamación, mientras que los inhibidores de citoquinas, como el tocilizumab, son efectivos para el síndrome de liberación de citoquinas aunque su eficacia es limitada en ICANS debido a su incapacidad para cruzar la barrera hematoencefálica. Además, se pueden emplear antiepilépticos para controlar las convulsiones y medidas de soporte intensivo en los casos más severos.
A pesar de la gravedad potencial, la mayoría de los casos de neurotoxicidad son reversibles con un manejo adecuado, aunque los episodios severos, como los que conllevan un edema cerebral presentan una situación delicada que puede derivar en el fallecimiento del paciente. Actualmente, las investigaciones se centran en desarrollar estrategias para reducir este riesgo, como el diseño de células CAR-T menos tóxicas, el uso de terapias preinfusión para disminuir la carga tumoral y el bloqueo selectivo de citoquinas antes y durante el tratamiento. Estos avances prometen mejorar la seguridad y la eficacia de las terapias CAR-T, permitiendo un control más efectivo de sus efectos secundarios.
Esta terapia puede provocar toxicidad en otros órganos que puede evaluarse mediante diferentes técnicas de imagen según el órgano afectado. Según Oleaga, «la detección de neurotoxicidad a través de estudios de imagen facilita el manejo clínico del paciente, proporcionando información crucial para la toma de decisiones». «Por lo que se hace una RM craneal previa al tratamiento y otra en caso de que haya signos de neurotoxicidad», puntualiza la especialista.
También te puede interesar…