La relación entre el ejercicio físico y el cáncer ha sido objeto de numerosas investigaciones en las últimas décadas, y los resultados siguen todos una misma dirección: la actividad física es beneficiosa para los pacientes con cáncer. No obstante, también presenta desafíos que todavía hay que abordar. La actividad física es un componente fundamental del estilo de vida que los profesionales sanitarios suelen recomendar para prevenir y controlar enfermedades no transmisibles, como el cáncer. Además, es clave para mejorar la calidad de vida de quienes ya han sido diagnosticados con esta enfermedad.

En este contexto, en pacientes con cáncer de mama, estudios observacionales han sugerido que la actividad física está asociada con un mejor pronóstico. Un ejemplo de esto es el ensayo OptiTrain, presentado en el Congreso ESMO 2024. Este estudio incluyó a 240 mujeres que comenzaron quimioterapia y participaron en una intervención de 16 semanas de entrenamiento a intervalos de alta intensidad, combinando resistencia (RT-HIIT) o ejercicio aeróbico (AT-HIIT). Los resultados mostraron mejoras significativas en el pronóstico del cáncer de mama, destacando un aumento en la supervivencia general y en la supervivencia libre de cáncer de mama invasivo en comparación con el grupo control, que recibió la atención habitual. Sin embargo, es importante señalar que el número de pacientes en el estudio fue reducido.

A pesar de la evidencia existente sobre los beneficios de la actividad física, los expertos coinciden en que es crucial que los programas se adapten a los valores y creencias individuales de cada paciente para proporcionar un apoyo más completo y ayudarles a desarrollar la automotivación necesaria para seguir las recomendaciones. Esto es especialmente relevante para aquellos con pronósticos desfavorables o enfermedades muy sintomáticas, quienes tienden a abandonar el ejercicio, particularmente cuando se sienten fatigados, experimentan efectos secundarios del tratamiento o atraviesan momentos psicológicos difíciles.

Es crucial que los programas se adapten a los valores y creencias individuales de cada paciente para proporcionar un apoyo más completo y ayudarles a desarrollar la automotivación necesaria para seguir las recomendaciones. Esto es especialmente relevante para aquellos con pronósticos desfavorables o enfermedades muy sintomáticas.

Actividad física personalizada

En este sentido, el uso de tecnologías como videoconferencias o aplicaciones móviles puede facilitar la interacción con los pacientes y resultar especialmente útil para aquellos que viven lejos de los centros hospitalarios. En un segundo estudio presentado en el Congreso ESMO 2024, el programa de actividad física personalizada con entrenamiento remoto y aprendizaje interactivo mostró beneficios notables en la calidad de vida de las participantes en el ensayo de fase III eMouvoir, que incluyó a 684 supervivientes de cáncer de mama con datos evaluables a los 12 meses. Los investigadores encontraron diferencias estadísticamente significativas en las puntuaciones de los componentes de salud física y mental del cuestionario SF-36 a los cuatro meses, aunque este beneficio no se mantuvo al cabo de un año.

Además, destacaron los beneficios de una intervención de pérdida de peso por teléfono (WLI, por sus siglas en inglés) sobre la actividad física moderada o vigorosa (MVPA, por sus siglas en inglés) en 540 pacientes con sobrepeso y cáncer de mama en etapa temprana, que participaron en un ensayo de pérdida de peso. La mediana de minutos de MVPA aumentó de manera significativa entre el inicio del estudio y los seis meses en el grupo WLI, en comparación con el grupo de control (aumento promedio de 40 minutos frente a cero minutos por semana). La MVPA se relacionó con la pérdida de peso; los pacientes que realizaron ≥150 minutos de actividad física moderada o vigorosa por semana experimentaron una mayor pérdida de peso en comparación con aquellos que realizaron menos de 150 minutos por semana.

Hay que tener presente que se requiere un seguimiento a más largo plazo para evaluar si el aumento en la MVPA está asociado con un menor riesgo de recurrencia del cáncer de mama y una menor mortalidad. Sin embargo, los investigadores apuntan que los datos sobre la pérdida de peso son significativos, ya que la obesidad se asocia con un riesgo considerablemente mayor de recurrencia de la enfermedad. Esto actúa como un fuerte incentivo para que los pacientes se vuelvan más activos físicamente. Además, la pérdida de peso es un beneficio visible que, por sí mismo, puede mejorar la calidad de vida de los pacientes.

Por último, la inactividad física se ha asociado con una mayor carga de síntomas, una menor adherencia al monitoreo remoto y una menor participación en recursos educativos digitales, según un estudio del mundo real con 1.850 pacientes evaluables que examinó comportamientos de salud autoinformados. Casi el 50 por ciento de los pacientes indicaron ser físicamente inactivos. Estos hallazgos resaltan la importancia del seguimiento, la supervisión y el entrenamiento continuos para asegurar que los beneficios de la actividad física sean claramente comunicados, motivando y alentando a los pacientes a mantenerse lo más activos posible, especialmente a largo plazo.

Mayor enfoque para superar obstáculos

Los datos presentados en el Congreso subrayan que las recomendaciones simples pueden no ser suficientes para motivar a los pacientes con cáncer a adoptar hábitos de vida saludables. Los expertos señalan que es necesario un enfoque más estructurado para ayudarlos a superar los obstáculos comunes. Los profesionales de la salud y todos los involucrados en el cuidado de pacientes con cáncer deben considerar la actividad física como una herramienta crucial en la prevención del cáncer, el manejo de los síntomas y la recuperación de los supervivientes, con beneficios tanto directos como indirectos para la salud.

Los profesionales de la salud y todos los involucrados en el cuidado de pacientes con cáncer deben considerar la actividad física como una herramienta crucial en la prevención del cáncer, el manejo de los síntomas y la recuperación de los supervivientes.

No obstante, los programas dirigidos tanto a la población general como a pacientes con cáncer deben adaptarse a las necesidades, actitudes, recursos personales y sociales, y objetivos específicos de cada persona. De esta manera, se puede incrementar la participación y automotivación de los pacientes, fomentando un cambio de comportamiento que pase de ser temporal a uno estable, lo que contribuiría a reducir el riesgo de incumplimiento de las recomendaciones de salud a largo plazo. Finalmente, las tecnologías aplicadas al ámbito de la salud ofrecen una oportunidad real para desarrollar herramientas que identifiquen a las personas con riesgo de baja adherencia, permitan intervenciones oportunas y faciliten la adopción de un estilo de vida más activo.


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