Javier Membrillo
Javier Membrillo, vicepresidente de la SEIMC

La pandemia de COVID-19 de 2020 marcó un punto de inflexión en la historia de la salud pública mundial y esta semana ha vuelto a ser noticia después de que la ex directora general de Salud Pública de Castilla y León, Sonia Tamames, tuviera que dimitir después de restarle importancia a aquella crisis sanitaria.

La crisis sanitaria obligó a los sistemas sanitarios a adaptarse a una situación sin precedentes y, al mismo tiempo, dejó enseñanzas fundamentales para futuras emergencias epidemiológicas. Javier Membrillo, vicepresidente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), ha explicado a GM la necesidad de no olvidar lo aprendido y reforzar los sistemas sanitarios ante la certeza de que nuevas pandemias surgirán en el futuro.

Uno de los factores que hacen inevitables las futuras pandemias es el aumento exponencial de la movilidad global. Con más de mil millones de viajes internacionales al año, los virus y bacterias tienen una capacidad de propagación sin precedentes. A esto se suma el incremento del contacto humano con ecosistemas silvestres, una situación que facilita la transmisión de patógenos de animales a humanos. Además, el cambio climático está modificando los hábitats de vectores de enfermedades, como mosquitos y garrapatas, aumentando el riesgo de brotes epidémicos. La frecuencia de epidemias en las últimas décadas es una prueba clara de que este fenómeno no es una casualidad, sino una tendencia que continuará.

Diagnóstico rápido y vigilancia epidemiológica

El primer paso para una respuesta eficaz ante futuras pandemias es asumir que estos eventos no son excepcionales. La crisis sanitaria de 2020 puso de manifiesto la importancia de contar con una infraestructura sanitaria capaz de adaptarse rápidamente a situaciones de emergencia. No se trata solo de responder al brote cuando ocurre, sino de estar preparados de antemano. En este sentido, la falta de una especialidad médica en enfermedades infecciosas en España sigue siendo una gran debilidad. Mientras que otros países cuentan con especialistas dedicados a este campo, en España la tramitación de esta especialidad lleva años paralizada, lo que pone en riesgo la capacidad de respuesta ante nuevas amenazas epidemiológicas.

Uno de los mayores aprendizajes de la pandemia ha sido la necesidad de mantener operativos y actualizados los laboratorios de microbiología clínica las 24 horas del día, los siete días de la semana. Durante los primeros días del brote de viruela del mono en 2022, se detectó que algunos pacientes habían acudido a centros sanitarios semanas antes sin recibir un diagnóstico adecuado. Esto demuestra la importancia de contar con un sistema de diagnóstico rápido y eficaz, que permita la detección temprana de enfermedades emergentes. La atención primaria también debe jugar un papel clave en este proceso, asegurando que los diagnósticos puedan realizarse fuera del entorno hospitalario, permitiendo así una respuesta más descentralizada y efectiva.

La gripe, la gran amenaza

Otro aspecto fundamental en la preparación ante futuras crisis sanitarias es la elasticidad del sistema sanitario. Durante la pandemia de COVID-19, médicos de distintas especialidades tuvieron que adaptarse para atender a pacientes con neumonía viral, una situación que podría haberse manejado de forma más eficiente si hubiesen existido especialistas en enfermedades infecciosas con una estructura sólida. Esta capacidad de adaptación no debe limitarse a emergencias excepcionales, sino que debe implementarse de manera estructural. Un ejemplo claro es la epidemia de gripe estacional, que cada año satura los servicios de urgencias. Si el sistema sanitario es incapaz de prevenir el colapso ante un evento predecible, la situación será aún más crítica ante una pandemia de gran escala.

En cuanto a las enfermedades emergentes con mayor riesgo de provocar una nueva pandemia, Membrillo no tiene dudas: la gripe es la principal amenaza. Históricamente, cada 20 o 30 años surge una pandemia de gripe, y la última ocurrió en 2009 con la gripe A H1N1. En los últimos dos años, se ha observado un aumento en la transmisión del virus H5N1, también conocido como gripe aviar. Aunque actualmente su transmisión entre humanos es poco eficiente, cualquier mutación que facilite esta propagación podría derivar en una pandemia de grandes proporciones. La vigilancia epidemiológica es esencial para detectar estos cambios y desarrollar estrategias preventivas, como vacunas universales contra la gripe que ofrezcan una protección más amplia y duradera.

Un enfoque global para la prevención

La prevención de futuras pandemias requiere un enfoque global. No basta con controlar la entrada de casos en un país determinado; las medidas más eficaces son aquellas que se implementan en el origen del brote. Esto implica reforzar la vigilancia en poblaciones animales, mejorar la detección temprana de casos y garantizar el acceso equitativo a vacunas y tratamientos en todo el mundo.

En España, los avances en salud pública han sido notables, pero todavía existen áreas vulnerables. La creación de una Agencia Estatal de Salud Pública es una asignatura pendiente, así como la dotación de recursos y personal especializado en enfermedades infecciosas. La planificación y preparación a largo plazo son esenciales para garantizar una respuesta eficaz ante futuras pandemias. No se trata de preguntarse si habrá otra pandemia, sino de estar preparados cuando inevitablemente ocurra.


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