José Gómez Rial, inmunólogo en el CHUS.

La Xunta de Galicia se convertía la semana pasada en la primera región que anunciaba la incorporación del anticuerpo monoclonal nirsevimab (Sanofi y AstraZeneca) para inmunizar a lactantes contra el virus respiratorio sincitial (VRS). Pero esta inmunización, al contrario que la que se realiza de manera más extendida, no consiste en la administración de una vacuna. Como explica José Gómez Rial, responsable del laboratorio de Inmunología en el Hospital Clínico Universitario de Santiago (CHUS), “se trata de inmunización pasiva”. “Dentro de las fórmulas de inmunización hay varias maneras; hasta ahora conocíamos la inmunización activa generada por las vacunas, que desencadena una red compleja de elementos que activan el sistema inmune”, precisa.

Pero a esto se suma, como detalla el experto la inmunización pasiva. “Hasta ahora, conocíamos la inmunización pasiva derivada del paso de anticuerpos vía placenta o lactancia materna, donde se transfieren anticuerpos que protegen a los niños”, desarrolla Gómez Rial. Y en este caso, como aclara, “no se activa todo el sistema inmunitario, sería como una transfusión de anticuerpos pero con una duración determinada”. Esta protección conseguida con anticuerpos como nirsevimab “va a proteger al niño durante el tiempo que duren esos anticuerpos en el organismo, potenciando la protección que la madre podría transferir pero de una manera mucho más completa y dirigida específicamente al VRS”.

Mecanismo de acción

Una vez diferenciada la acción de las vacunas y de fórmulas de inmunización pasiva como nirsevimab, Gómez Rial señala que “las técnicas de ingeniería genética lo que han  permitido es que los anticuerpos proferidos con esta inmunoprofilaxis perduren más tiempo en el plasma que los naturales, por eso se les denomina anticuerpos monoclonales de vida media extendida”. En cuanto a la manera en la que actúan para conseguir este efecto, el inmunólogo apunta que “mientras todas las proteínas tienen una duración determinada hasta que llegan a un punto de reciclaje que hace que se degraden, las contenidas en nirsevimab están modificadas de forma que se “engaña” a este sistema de reciclaje”.

Así, los ensayos clínicos, como resalta Gómez Rial, han demostrado que “la duración de la protección es de hasta por lo menos, seis meses”. En cuanto a este ‘por lo menos’, el especialista puntualiza que “hay que continuar el seguimiento, ya que se han visto casos en que esta protección va más allá de los ocho meses”.

“Mientras todas las proteínas tienen una duración determinada hasta que llegan a un punto de reciclaje que hace que se degraden, las contenidas en nirsevimab están modificadas de forma que se ‘engaña’ a este sistema de reciclaje”

José Gómez Rial, responsable del laboratorio de Inmunología en el Hospital Clínico Universitario de Santiago (CHUS)

Este periodo es sumamente relevante, porque en estos meses es cuando los bebés están más expuestos a contraer formas graves de virus respiratorio sincitial. “La función de estos anticuerpos, al contrario que la de las vacunas, es proteger en una etapa que es crítica para los niños; el objetivo es que la exposición de los niños al VRS sea lo más tarde posible, porque así hay más posibilidades de que tenga una barrera protectora que impida o suavice la infección”, detalla Gómez Rial. En este sentido, resalta que “cuanto mayor sea el niño al contraerla infección, menor carga de enfermedad asociada va a tener”.

Investigación en vacunas contra el VRS

Con todo este contexto, Gómez Rial considera que “esta herramienta de inmunización pasiva será complementaria para cuando lleguen las vacunas que estén en desarrollo”. Varias compañías tienen proyectos en marcha de vacunas contra el VRS; aunque hasta el momento, las más avanzadas se dirigen a la vacunación en población adulta. “Hay vacunas en proceso de aprobación para personas en edad avanzada y embarazadas; pero ha habido una gran dificultad en su desarrollo porque ha sido muy difícil identificar la diana, el antígeno del virus a través del cual enfrentar la enfermedad”, indica el inmunólogo. En este sentido, destaca que “han sido clave los trabajos que identificaron la proteína F; los primeros proyectos de vacuna se basaban en virus inactivados que generaban una exacerbación de la enfermedad, lo que ralentizó mucho el proceso de investigación”.

Siguiendo este hilo, explica que “además de que costase dar con esta proteína de fusión con dos estados -uno de prefusión y otro de postfusión-, es decir, una proteína cambiante, había que identificar el estado conformacional para generar la inmunidad”.

“Hay que optar por estrategias complementarias de inmunización maternal e inmunización pasiva en los primeros meses de vida

José Gómez Rial, responsable del laboratorio de Inmunología en el Hospital Clínico Universitario de Santiago (CHUS)

Con este camino ya avanzado, surge una nueva dificultad: encontrar la manera de que estas opciones de inmunización activa puedan administrarse en niños. Aquí, expresa Gómez Rial, “la clave es la inmadurez inmunológica”. “Una vez se supieron los detalles técnicos, se vio que era más fácil el desarrollo en adultos y aunque se empezaron a incluir infantes en ensayos clínicos; generar inmunidad con un sistema inmune poco maduro no es tarea fácil”.

Por ello, teniendo en cuenta las opciones actuales disponibles, Gómez Rial determina que “habrá vacunas contra el VRS en los primeros meses de vida; pero de momento, hay que optar por estrategias complementarias de inmunización maternal e inmunización pasiva en los primeros meses de vida, incluyendo al recién nacido”. En esta línea, incide en que “el VRS ataca con más virulencia en los primeros meses, por eso hay que anticiparse con las opciones disponibles”.


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