Hasta hace unas horas, las recomendaciones acerca de la tercera dosis se basaban en que, tras pasar la infección causada por la COVID-19, se debía administrar pasadas cuatro semanas. Sin embargo, la Comisión de Salud Pública ha rectificado.

Dentro de la actualización de la Estrategia de Vacunación, ha concluido que este tiempo se extienda a los 5 meses y dejar el periodo de las cuatro semanas como el mínimo para que la inoculación se considere apta. Una decisión de la que muchos profesionales se alegran de que se haya tomado, pues creen que administrar una dosis de refuerzo en un corto plazo como eran las 4 semanas, era una sentencia sin base científica y, además, sin sentido.

Rectificar es de sabios. Creo que, como otras veces, se había actuado con precipitación y es importante tomar decisiones meditadas. Y, sobre todo, de acuerdo con la evidencia científica. Cuando no la hay o no es clara esta evidencia al respecto, hay que basarse en experiencias“, argumenta Raúl Ortiz de Lejarazu, asesor científico y exdirector emérito del Centro Nacional de Gripe en el Hospital Clínico de Valladolid.

De hecho, los expertos apuntan a que los tiempos de protección tras la reinfección oscilan entre 5 y 15 meses, fundamentalmente debidos a la variación antigénica del virus, que lo hace diferente.

Por ello, creen que, en el caso de tener que poner una tercera dosis, como mínimo, debería hacerse cinco meses después de haber contraído el virus, ya que esta infección actúa, tanto como un refuerzo a la respuesta frente al virus, como una respuesta completa a nivel celular y de anticuerpos.

“Es decir, tiene una respuesta completa de células T y de anticuerpos. Y no solamente frente a la proteína S, sino frente también a otros fragmentos del virus. Entonces, pensamos que a las cuatro semanas todavía es demasiado pronto para volver a reinmunizar porque en ese momento el paciente tiene suficientes anticuerpos y células“, añade Eva Martínez Cáceres, vicepresidenta de la Sociedad Española de Inmunología (SEI).

Inmunidad celular, “casi de por vida”

En esta misma línea, Ángel Gil, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Rey Juan Carlos y miembro del Comité Científico de Fundamed, señala que se habla mucho de anticuerpos, pero nos estamos olvidando de la inmunidad celular. Una inmunidad que, con dos dosis de vacuna contra la COVID-19 o habiendo pasado la propia enfermedad, se mantiene en el tiempo de memoria y, habitualmente, casi de por vida.

Entonces, ¿es realmente necesaria una tercera dosis de la vacuna contra la COVID-19?

Los tres expertos coinciden en su respuesta: no tiene demasiado sentido. Bien porque la vacuna que ahora se administra no está actualizada, o bien porque pasar la enfermedad en sí tras la vacunación ya genera una inmunidad hibrida más robusta, amplia y duradera –en comparación con los que solo se han infectado y no se han vacunado–.

Eso sí, esta reflexión se refiere a la población en general. En el caso de personas mayores, trasplantadas o inmunocomprometidas, en las que existe un riesgo “tremendamente grande” de que sea hospitalizado o, incluso, de morir, sí está justificada esa tercera dosis. Y de la misma forma opinan acerca de una posible la cuarta vacuna.

Aun así, estos profesionales indican que, en el caso de administrar una tercera dosis en la población general, pasadas cuatro semanas desde la infección, no hace daño. “Daño no hace, pero no es necesario”.

“La infección actúa, tanto como un refuerzo a la respuesta frente al virus, como una respuesta completa a nivel celular y de anticuerpos. Es decir, de células T y de anticuerpos. Y no solamente frente a la proteína S, sino frente también a otros fragmentos del virus. Entonces, pensamos que a las cuatro semanas todavía es demasiado pronto”.

Eva Martínez Cáceres, vicepresidenta de la Sociedad Española de Inmunología

En niños, otra rectificación

La Comisión ha decidido cambiar los plazos para administrar vacunas contra la COVID-19 dentro de la Estrategia de Vacunación, ahora también en referencia a los niños de entre 5 y 11 años.

En una primera instancia, se recomendaba poner la vacuna a las cuatro semanas de haber pasado la infección. Sin embargo, junto a la modificación de los adultos, han acordado que, si se contrae la infección antes de haber recibido la primera dosis, esta se administrará ocho semanas después del diagnóstico.

Por otro lado, si la enfermedad se detecta después de haber recibido la primera dosis, la segunda se dará, no ocho semanas después tal y como estaba establecido, sino dos meses más tarde desde la detección de la enfermedad –manteniendo el intervalo entre el primer y el segundo pinchazo de ocho semanas–.

En el caso de personas mayores, trasplantadas o inmunocomprometidas, en las que existe un riesgo “tremendamente grande” de que sea hospitalizado o, incluso, de morir, sí está justificada esa tercera dosis.

A pesar de esta rectificación, los expertos consideran que, aunque la situación de los niños es diferente a la de los adultos en cuanto a número de vacunas recibidas, debería mantenerse el mismo plazo mínimo de 5 meses.

Algunos piensan, incluso, que los niños menores de 9 años no deberían vacunarse. Al menos no con las actuales vacunas que no están actualizadas.


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