Las heridas dermatológicas son mucho más que lesiones superficiales; pueden ser la puerta de entrada a complicaciones infecciosas de gravedad en contextos de emergencia sanitaria, como los vividos en zonas afectadas por inundaciones. Según Juan García Gavín, dermatólogo y director de comunicación de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), los riesgos asociados a la exposición prolongada a barro y agua contaminada se intensifican debido a la falta de agua corriente y de condiciones higiénicas mínimas. García Gavín advierte que, ante las condiciones actuales de humedad y acumulación de residuos, una pequeña lesión en la piel puede desencadenar graves infecciones sistémicas, respiratorias y gastrointestinales. Esto hace imprescindible extremar las precauciones en los procesos de limpieza y desescombro en áreas contaminadas.

La piel como barrera

La piel es nuestra primera línea de defensa contra el exterior. Al romperse esta barrera, incluso con un corte menor, los microorganismos contaminantes encuentran una vía de entrada directa al organismo. “La piel nos aísla del exterior, y una vez abierta, ya sea por un corte o una rozadura, permite el paso de microorganismos, que pueden provocar infecciones cutáneas e incluso sistémicas en personas con el sistema inmune comprometido o en condiciones de estrés”, explica García Gavín.

Juan García Gavín, dermatólogo y director de comunicación de la AEDV

Uno de los problemas más comunes en estas situaciones es la contaminación del agua estancada, que se vuelve un caldo de cultivo ideal para bacterias y otros agentes patógenos. La falta de agua potable, sumada a la dificultad de mantener la higiene adecuada, agrava aún más el riesgo de infecciones en la piel. “Cuando el agua contaminada entra en contacto con la piel herida, especialmente en personas que pasan largas jornadas sin acceso a limpieza, el riesgo de infección es muy alto”, señala el experto.

Progresión sistémica

Las infecciones dermatológicas, como las provocadas por bacterias como el Staphylococcus aureus o Streptococcus pyogenes, pueden desencadenar graves cuadros clínicos si no son tratadas a tiempo. Estas infecciones, que inicialmente afectan la capa externa de la piel, pueden progresar a tejidos más profundos y provocar celulitis o erisipela, que se manifiestan con síntomas sistémicos como fiebre, escalofríos y malestar general. Además, los casos más severos pueden derivar en shock séptico y requerir hospitalización urgente.

“Las infecciones bacterianas superficiales son frecuentes en estas condiciones; sin embargo, pueden evolucionar rápidamente a infecciones profundas, como celulitis, lo cual requiere intervención hospitalaria inmediata”, comenta García Gavín. El experto también menciona el riesgo de infecciones fúngicas y parasitarias. Las esporas de hongos en condiciones de humedad pueden colonizar la piel y transformarse en infecciones sistémicas si no se tratan adecuadamente. Asimismo, las heridas expuestas al agua contaminada son vulnerables a micobacterias atípicas, que son comunes en ambientes húmedos y podrían proliferar en zonas inundadas.

Infecciones por vectores: un peligro en aumento

Además de las infecciones directas en las heridas, las áreas afectadas por inundaciones y acumulación de residuos se convierten en hábitat propicio para vectores transmisores de enfermedades. Ratas, garrapatas, mosquitos y otros insectos proliferan en estas condiciones, y a través de picaduras o mordeduras pueden transmitir enfermedades cutáneas y sistémicas graves como leptospirosis, leishmaniasis y enfermedades transmitidas por garrapatas. Estos vectores se multiplican especialmente en áreas con residuos y agua estancada, convirtiendo la situación en un reto de salud pública.

Juan García Gavín, dermatólogo y director de comunicación de la AEDV

La leptospirosis, por ejemplo, es una enfermedad bacteriana grave que puede transmitirse a través de la piel herida al entrar en contacto con agua contaminada por la orina de roedores infectados. Los síntomas incluyen fiebre alta, escalofríos, dolor muscular y puede derivar en daño hepático o renal si no se detecta a tiempo. “Las condiciones insalubres y la acumulación de basura hacen que la proliferación de roedores y mosquitos sea inevitable, aumentando el riesgo de enfermedades graves”, destaca García Gavín.

Prevención y protección

Para minimizar los riesgos, García Gavín subraya la importancia del uso de equipos de protección individual (EPI) durante las labores de limpieza y desescombro. Es fundamental emplear guantes y calzado adecuado, especialmente aquellos que protejan contra el corte y la humedad, para reducir la probabilidad de que las heridas superficiales se infecten. Además, el experto recalca la importancia de cubrir la piel con ropa resistente que evite el contacto directo con materiales contaminados.

Juan García Gavín, dermatólogo y director de comunicación de la AEDV

“No es suficiente con guantes o botas simples; los equipos deben ser resistentes y específicos para estas tareas, ya que una pequeña herida, como una rozadura o un corte, es suficiente para que los microorganismos entren en el organismo y causen infecciones graves”, advierte García Gavín.

En cuanto a la higiene posterior, resulta clave lavar bien las manos y cualquier área expuesta con soluciones antisépticas, como alcohol gel o lejía diluida en agua en situaciones de emergencia. Este tipo de medidas, según el dermatólogo, son esenciales para evitar complicaciones que pueden surgir después de una jornada de trabajo en ambientes altamente contaminados.

Higiene

A largo plazo, la situación en las zonas afectadas por inundaciones requerirá un esfuerzo continuo en la gestión de residuos y limpieza para reducir la posibilidad de infecciones. La acumulación de basura y los restos de materiales deteriorados pueden convertirse en focos infecciosos y perpetuar el ciclo de enfermedades transmisibles por vectores. Por ello, las labores de limpieza deben realizarse con celeridad y precaución, considerando el riesgo potencial que supone la exposición prolongada a aguas estancadas y materiales contaminados.

García Gavín concluye resaltando la importancia de extremar la precaución y proteger la piel, así como de mantener prácticas de higiene rigurosas para minimizar los riesgos de salud. “Es preferible no participar en labores de desescombro sin los equipos de protección adecuados, ya que el riesgo es alto, y muchos de los voluntarios podrían verse afectados por las condiciones del entorno, complicando aún más la situación”, finaliza.

La piel, en definitiva, actúa como una barrera esencial que, una vez comprometida, abre las puertas a infecciones potencialmente graves. Protegerla y mantener una higiene adecuada se vuelve, en estos contextos, una prioridad crítica no solo para prevenir infecciones cutáneas sino para evitar complicaciones de salud que podrían afectar a nivel sistémico.


También te puede interesar…