Los años de investigación en la Enfermedad de Alzheimer hallaron que esta patología se trata de un proceso biológico que comienza 20 años antes de que se inicien los síntomas. Por ello, su detección en la fase incipiente es fundamental para comenzar cuanto antes con los tratamientos, tanto en ensayo clínico como en vida real.

Recientemente, investigadores del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento y la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins han identificad 32 proteínas que pueden ser clave para predecir el inicio temprano de la enfermedad. Los hallazgos, publicados en Science Translational Medicine, podrían contribuir al desarrollo de nuevas pruebas de diagnóstico, o incluso tratamientos, para enfermedades que causan demencia.

Aunque el detonante de la enfermedad continúa siendo un misterio, se ha demostrado es que la formación de depósitos anómalos de proteína b-amiloide comienza muchos años antes de la aparición de síntomas, por lo que se estipula que evitando la formación de estas placas se podría modificar el curso de la enfermedad.

La investigación

En este contexto, el grupo de investigadores ha utilizado una plataforma de proteómica a gran escala para examinar la asociación de 4.877 proteínas plasmáticas con el riesgo de demencia en 10.981 adultos de mediana edad durante 25 años. El objetivo es encontrar predictores de demencia años antes de su aparición al observar el proteoma de una persona, buscando cualquier signo de desregulación (niveles mucho más altos o más bajos de lo normal).

Las muestras se recolectaron como parte de un estudio en curso que comenzó en 1987. Los participantes regresaron para ser examinados seis veces durante tres décadas, y durante este tiempo, alrededor de uno de cada cinco desarrollaron demencia.

Los investigadores encontraron 32 proteínas que, si estaban desreguladas en personas de 45 a 60 años, estaban fuertemente asociadas con una probabilidad elevada de desarrollar demencia en la edad adulta. “No está claro cómo exactamente estas proteínas podrían estar involucradas en la enfermedad, pero es muy poco probable que el vínculo se deba solo a la casualidad”, ha señalado Keenan Walker, neurocientífico del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de EE. UU. en Bethesda, Maryland, en declaraciones a Nature.

En concreto, los resultados arrojaron que 12 de estas 32 proteínas asociadas a la demencia estaban identificadas como biomarcadores de alzhéimer en el líquido cefalorraquídeo , neurodegeneración o neuroinflamación. Asimismo, ocho de estos marcadores de proteínas candidatas se expresaron de manera anormal en tejido cerebral humano post mórtem de pacientes con la patología, aunque algunas de las proteínas que se asociaron más fuertemente con el riesgo de demencia, como GDF15, no se detectaron en estas muestras de tejido cerebral. Lo que sugiere que los mecanismos por debajo del cuello también podrían desempeñar un papel en el desarrollo de la enfermedad.

El estudio encontró niveles alterados de muchas de las proteínas tanto en los tejidos cerebrales de quienes habían muerto con la Enfermedad de Alzheimer como en la sangre de quienes aún vivían con ella. Estos se asociaron a su vez con la presencia de proteínas amiloides y tau. Otras proteínas identificadas en el estudio se relacionaron con el sistema inmunitario, lo que se sumó a la evidencia creciente del papel de la función inmunitaria innata y adaptativa en la demencia.

El estudio indica que los distintos mecanismos biológicos pueden ser relevantes en las etapas preclínicas anteriores y posteriores de la enfermedad.


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