El Alzheimer es un tipo de demencia que, junto a otras enfermedades neurodegenerativas de este tipo, afecta a alrededor de 900.000 personas en España. Estas patologías relacionadas con la edad son una de las causas principales de mortalidad, discapacidad y dependencia. En la enfermedad de Alzheimer hay dos proteínas fundamentales: la betamiloide y la proteína Tau fosforilada. Hoy en día, se sabe que un exceso de la proteína amiloide es el que provoca la aparición de la enfermedad y que, después de esta proteína, aparecen alteraciones en la Tau.

Históricamente, la enfermedad de Alzheimer se detectaba a través de las técnicas de neuroimagen o bien a través del líquido cefalorraquídeo. Sin embargo, con el paso de los años se ha ido concediendo cada vez más importancia a los biomarcadores, es decir, aquellas moléculas presentes en la sangre y otros tejidos que indican la existencia de Alzheimer. Estos son cada vez más necesarios para la investigación en enfermedades neurodegenerativas, así como una pieza clave para el diagnóstico, el seguimiento de la enfermedad y para futuras terapias. La razón es que pueden indicar el riesgo de una persona a desarrollar la enfermedad, a la vez que pueden facilitar las claves en el campo del diagnóstico precoz para encontrar nuevos tratamientos.

Los biomarcadores en sangre se empezarán a utilizar en la práctica clínica especializada en los próximos cinco años. Son muy importantes porque estamos viendo que pueden predecir muy bien o tan bien como lo hacían las herramientas de imagen o las de líquido cefalorraquídeo”, explica a Gaceta Médica Marta del Campo, directora de la plataforma de biomarcadores en fluidos del Barcelonaβeta Brain Research Center (BBCR).

Procedimiento menos invasivo y barato

El funcionamiento de este tipo de procedimiento es muy sencillo, ya que solo precisa de un simple análisis de sangre. Pero esta no es la única ventaja que ofrece sobre la neuroimagen y el líquido cefalorraquídeo, ya que es una técnica mucho menos invasiva y barata que las otras dos. “Para el paciente es muchísimo más cómodo, no es tan invasivo y reduce mucho los costes. Por otro lado, va a permitir su acceso a centros e incluso a países que no tenían las posibilidades económicas o los recursos para llevar a cabo este tipo de análisis especializados. Con lo cual, se pueden usar de una forma más universal”, señala Del Campo.

Del Campo también ha incidido en la importancia de los biomarcadores en sangre para favorecer la aparición de nuevos avances terapéuticos. “Este tipo de biomarcadores irían de la mano de los nuevos avances terapéuticos. Probablemente, gracias a esos avances se ha dado de forma más rápida la implementación de estos biomarcadores en la práctica clínica. Por tanto, en estos últimos ha habido una revolución en el campo que ha ido acompañada de un optimismo respecto a los tratamientos”, afirma.

Este tipo de procedimiento también podría servir como ‘prescreening’ para evitar las pruebas de imagen o la punción lumbar. “En el caso de que el test de sangre saliera positivo, el siguiente paso sería hacer ya el screening. Si sale negativo, no hay riesgo de que esa persona esté en el proceso de la patología de Alzheimer y no tendría que llevar a cabo el resto del proceso diagnóstico”, explica del Campo. En definitiva, en los próximos años se va a producir un cambio de paradigma en la enfermedad como consecuencia de dos fenómenos que van de la mano: el desarrollo de métodos de análisis de biomarcadores poco invasivos y baratos y las terapias que empiezan a retrasar el curso de la enfermedad.

Los casos se triplicarán en 2050

Los expertos estiman que para el año 2050 podría triplicarse el número de casos de Alzheimer en el mundo como consecuencia de la mayor esperanza de vida. Según Del Campo, esto se debe a que “la edad es el mayor factor de riesgo para desarrollar la enfermedad de Alzheimer o demencias asociadas”. Por tanto, cuanto más tiempo viva una persona, más riesgo tendrá de desarrollar la enfermedad.


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