Más de un año después de que la COVID-19 monopolizara la asistencia sanitaria e hiciera colapsar el Sistema Nacional de Salud (SNS), el virus que provoca la enfermedad, el SARS-CoV-2, continúa presente. Sin embargo, la situación no es la misma que era por aquel entonces; los profesionales cada vez conocen más al enemigo al que se enfrentan y, lo más importante, cuenta ahora con el arma más poderosa contra una pandemia nunca vista antes: las vacunas. Gracias a su impacto, el perfil de paciente COVID ha evolucionado desde aquel que se observaba en la primera ola, haciendo que la franja de edad vaya descendiendo a medida que avanza el proceso de inmunización.

Según el estudio COVID-19-@Spain, la edad media de los enfermos se situaba entonces en 70 años, con un 25 por ciento del total con más de 80. Tal y como señala Pablo Ryan, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), “seis de cada diez eran hombres y más del 70 por ciento tenía alguna enfermedad subyacente y más del 25 por ciento padecía al menos tres enfermedades de base”.

Ahora “la media de edad ha bajado 3-4 años, que parece poco, pero es significativamente importante”, apunta Jesús Díez Manglano, presidente de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). “El cambio de perfil en el fondo lo que refleja es el cambio producido por la vacuna”, apoya Mireia Puig, directora del servicio de Urgencias Hospital de Santa Creu i Sant Pau, ganador del BiC 2020 en su categoría.

Precisamente en las urgencias se observa como las franjas de edad a las que se está inmunizando no ingresan. “Ahora, la población que también estamos viendo que disminuye es la comprendida entre 60-65 años. En cambio, tenemos a los de antes y después”. “Sí que hemos visto pacientes a media vacunación o ya vacunados de COVID infectados, pero afortunadamente sí que podemos dar de alta a la mayoría”, añade Puig.

“Hemos visto pacientes a media vacunación o ya vacunados de COVID infectados, pero afortunadamente podemos dar de alta a la mayoría”

Mireia Puig, directora del servicio de Urgencias Hospital de Santa Creu i Sant Pau y BiC 2020

Desde Primaria se apunta también a unos hospitales con un perfil de paciente COVID más joven, diferenciando que este es un perfil que acude a este ámbito dado su estado de gravedad. “El perfil general de la gente que se contagia ahora quizás lo vemos más nosotros porque vemos la mayoría de los casos moderados y leves y son el gran núcleo de contagios, porque por suerte solo un pequeño porcentaje es el que acude al hospital e ingresa”, explica Lorenzo Armenteros, portavoz COVID-19 de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

El experto también documenta el impacto de la vacunación en la detección de casos en los centros de salud. “El índice de contagio en este grupo es prácticamente inexistente, los mayores de 80 años han desaparecido. Hay CC.AA. sin un solo fallecido desde hace semanas: este es un dato muy importante, la vacuna es muy efectiva y es la solución”, culmina.

Una mayor transmisibilidad

En el primer nivel asistencial lo que se ha detectado es una circunstancia que ha pasado de ser eventual durante la primera ola a la tónica general en la actualidad. “Estamos viendo núcleos familiares donde hay un contagio masivo” reseña Armenteros. Según relata el experto, antes había personas dentro de estas unidades que conseguían librar este contagio “porque la carga viral era pequeña” o “porque se hacía un diagnóstico muy temprano y un aislamiento precoz”.

Esto se ha debido en gran medida a una mayor prevalencia de la cepa británica en suelo nacional, tal y como apunta Ryan. Tal y como referencia el portavoz de SEIMC, el grado de transmisibilidad aumenta en el caso de esta variante (50-70%) así como sucede también en la californiana (20%) y sudafricana. “La mejor forma de frenar su aparición es la vacunación. Cuantas menos personas se infecten, menos probabilidad habrá de desarrollar nuevas variantes”, apunta el presidente de SEMI.

“La mejor forma de frenar la aparición de nuevas variantes es la vacunación”

Jesús Díez Manglano, presidente de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI)

No obstante, en opinión de Díez Manglano, la incidencia de esta cepa “no está influyendo excesivamente” en el hecho de que ingrese más un tipo u otro de paciente. Según el internista, la brasileña y sudafricana son todavía poco prevalentes; al mismo tiempo, habría que tener en cuenta la nueva variante de la India “que ya veremos la repercusión que tiene”. “Es primordial realizar la secuenciación de los casos de SARS-CoV-2 para conocer mejor la pandemia y guiar las intervenciones”, señala Ryan.

Ocupación hospitalaria y comorbilidades

Los enfermos que llegan al hospital e ingresan, con todo, siguen presentando los mismos problemas que ya ocurrían anteriormente. “Hay una parte de ellos que necesita soporte respiratorio y cuidados intensivos”, detalla Díez Manglano. Aun así, según el internista la cuestión más importante es que en el nuevo perfil de paciente COVID, “al ser más jóvenes, son personas con una mayor resistencia”.

Si bien ello impacta de forma directa en una ostensible reducción de la mortalidad “aquellas personas que llegan en una situación grave tienen hospitalizaciones más prolongadas”. “Si ingresan en cuidados intensivos son también ingresos más prolongados en las UCIs”, apunta.

En este contexto, además, las unidades de cuidados intermedios o de alta dependencia (UCRI) ha cobrado una mayor importancia surgiendo como solución ante la falta de recursos de UCI médicas. “En ellas se atiende mayoritariamente a pacientes que no requieren ventilación mecánica invasiva”, destaca Ryan.

En última instancia, según la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC), el perfil de paciente que precisa de UCI presenta factores de riesgo tales como hipertensión, diabetes y obesidad. Estas comorbilidades siguen siendo así las mismas que se observaban al comienzo con la pandemia, además de la EPOC y una mayor presencia de personas muy fumadoras.


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