Para contar esta historia hay que remontarse a 1998, cuando comenzó el desarrollo de las células madre. Las primeras que se aislaron fueron las células madre de origen embrionario, que eran capaces de regenerar cualquier tipo de tejido. Dos años más tarde, algunos investigadores encontraron este tipo de células en la médula ósea. Fue cuando pasaron a llamarse células madre adultas. Coincidió con la época del famoso debate sobre células madre adultas versus células madre embrionarias, muy superado a día de hoy en la ciencia.
En 2006, Shinya Yamanaka —Premio Nobel 2012 de Medicina— describió que a partir de cualquier célula se podrían fabricar células madre embrionarias.
Células mesenquimales
Son recolectadas en el ser humano y expandidas en el laboratorio sin ningún tipo de alteración geneticas
Damián García-Olmo, jefe de Departamento de Cirugía del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, explica que Yamanaka descubre además, que no es necesario que estas células se transformen para tener efectos terapéuticos. Son lo que se denominan a día de hoy células mesenquimales, cuyo objetivo consiste en mantener controlada la inflamación y facilitar la regeneración de los tejidos. “Actualmente están teniendo mucha eficacia desde el punto de vista clínico, porque la base de muchas enfermedades humanas es la inflamación. Por tanto, un buen control de la inflamación supone la curación de muchas patologías que hasta ahora no tenían tratamiento o el tratamiento tenía muchos efectos secundarios”, precisa. En este escenario, el “curar con células” ha abierto paso a los medicamentos vivos. “Es un cambio conceptual”, señala el cirujano.
Un cambio de paradigma
“Hasta el momento, el ser humano curaba con sustancias inertes, y no con medicamentos vivos”
Sin embargo, ¿en qué se diferencia de la terapia CAR-T? García Olmo asegura que el concepto de terapia celular, incluye curar con células. Dentro de esta terapia hay varias formas: la terapia celular utilizando el genotipo salvaje; células en crudo, sin cambios genéticos, es decir, las células mesenquimales, y por otro lado, la ingeniería genética, que consiste en seleccionar a los linfocitos T y generarles alteraciones de su estructura.
Estas células mesenquimales —recolectadas en el ser humano y expandidas en el laboratorio sin ningún tipo de alteración genética— son las que han abierto la puerta a los medicamentos vivos. “Se utilizan para curar, fundamentalmente con objetivos señalizadores”, apunta. El gran cambio de paradigma aquí es que “hasta ahora el ser humano curaba con sustancias inertes”.
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En este momento, hay un gran debate sobre cómo una terapia nueva, como es el uso de trabajar con elementos vivos tienen que llegar a los pacientes. ¿Deberían seguir el mismo recorrido que siguen clásicamente el resto de fármacos? Actualmente, hay un cierto consenso en la cautela, y en primar la seguridad del paciente. La vía, a juicio de García-Olmo, sigue siendo la “rigurosidad científica de los ensayos clínicos”.
Terapia celular y CAR-T
Mientras las CAR-T es ingeniería genética, la terapia celular es el genotipo salvaje, sin cambios genéticos
Hasta el momento, el único medicamento del mundo basado en células vivas, aprobado por la EMA, es fruto de una investigación española para el tratamiento de la fístula de Crohn, dirigida por este investigador. Se trata de darvadstrocel, antes denominado Cx601. Una terapia basada en células madre mesenquimales alogénicas en cuyo desarrollo ha participado la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) a través del desarrollo de una patente copropiedad de TiGenix y licenciada en exclusiva a esta empresa en el 2004. El concepto es simple: se obtienen las células madre a partir de liposucciones de tejido graso de donantes sanos, posteriormente se expanden en el laboratorio, se le inyectan al paciente en la zona perianal y las células se encargan de cerrar la fístula sin que exista la necesidad en muchos casos de aplicar fármacos inmunosupresores al paciente, lo que venía siendo la técnica habitual hasta ahora.
Darvadstrocel
Es fruto de una investigación española de la Universidad Autónoma de Madrid, basada en células vivas
Este fármaco supone una nueva opción de tratamiento para pacientes que no responden a las terapias actuales y pueden haber sido sometidos a numerosas intervenciones quirúrgicas invasivas. El proceso de desarrollo, como recuerda el cirujano, duró 14 años, hasta obtener su aprobación.
Esta alianza ha permitido el actual desarrollo empresarial de la patente. “Sin ninguna duda, creo que los grupos académicos trabajando en red son los promotores de las ideas, pero para llegar al paciente es necesario un sistema empresarial. No hay duda, que en investigación traslacional es fundamental la colaboración clínico privada, y el nuestro concretamente, es un modelo de éxito para España dentro de este tipo de colaboración”. Así, la red de terapia celular (TerCel) ha sido eficaz para todos estos descubrimientos, y “es muy importante que las redes públicas estén en contacto con financiadores y con empresas que puedan llevar con realidad clínica estos medicamentos”.
¿Cuáles son las aplicaciones de la medicina regenerativa?
Para García Olmo más que medicina regenerativa se debería denominar medicina reparadora. Todo este proceso comenzó en 2002, antes de que existiera una legislación clara sobre el uso de células, fue a través de los comités de ética donde empezó todo. En este trabajo participaron una serie de investigadores europeos, americanos y japoneses, a través de la creación de un consorcio internacional. Un esfuerzo investigador que ahora recoge los frutos con satisfacción de ver cómo el nivel de curación de estas células es grande, con un perfil de eficacia seguridad muy adecuado.