La cuestión de género influye en las características clínicas de la EPOC, su diagnóstico y acceso al tratamiento. De hecho, la prevalencia de la EPOC en las mujeres se ha incrementado un 60 por ciento en los últimos diez años. En la actualidad, un 11,8 por ciento de la población española padece esta enfermedad, según el estudio EPISCAN II. Tal y como apunta este trabajo, el incremento de la incidencia de la enfermedad en la población femenina ya supera el 9 por ciento. Asimismo, el 88,4 por ciento de las mujeres mayores de 40 años desconocen que sufren esta dolencia, frente al 76 por ciento de los varones en esa misma franja.
Según reseña APEPOC, su sintomatología ha cambiado en los últimos años constituyéndose como un problema de salud creciente entre las mujeres. Así, EPISCAN II apunta que ya refieren el mismo nivel de síntomas respiratorios y gravedad espirométrica que los hombres. Además, la mortalidad de la enfermedad también se ha incrementado de forma significativa en las mujeres.
Del mismo modo, las mujeres con EPOC presentan más disnea que los hombres a pesar de un mismo FEV1, la bronquitis crónica es más frecuente en ellas (frente al enfisema, que lo es en varones) y desarrollan estadios graves a edades más prematuras que los hombres y con índices acumulados de cigarrillos más bajos.
Por un lado, esto implicaría una mayor susceptibilidad al humo del tabaco, aunque por otro se ha descrito que del 15 por ciento de los pacientes con EPOC que no han fumado nunca, un 80% son mujeres. Ello implica que las mujeres son más susceptibles también a factores de riesgo de padecer EPOC no relacionados con el tabaco.
El 88,4 por ciento de las mujeres mayores de 40 años desconocen que sufren esta dolencia, frente al 76 por ciento de los varones en esa misma franja
Desde el punto de vista de las comorbilidades, las mujeres con EPOC presentan más frecuentemente ansiedad, depresión y una peor puntuación en las escalas que miden la calidad de vida respecto a los hombres. Esto se asocia a un mayor riesgo de exacerbación, estancias hospitalarias más largas, persistencia del hábito tabáquico, menor actividad física, mayor mortalidad y, posiblemente, menor adherencia al tratamiento.
Necesidad de una atención integral

A pesar de estas diferencias, las pautas actuales para el diagnóstico y el tratamiento de hombres o mujeres con EPOC son las mismas. Según la portavoz de APEPOC, Nicole Hass, “sigue existiendo un importante sesgo de género que afecta tanto al diagnóstico de la enfermedad como a su tratamiento, y persiste cierta creencia que debemos desterrar de que la EPOC es una enfermedad de “hombres”.
Este sesgo lleva implícito que las mujeres con EPOC tienen menos probabilidad que los hombres con la misma enfermedad de ser diagnosticadas y, consecuentemente, menor probabilidad de ser tratadas adecuadamente”, ha reclamado.
“Conocer las características sociales, además de las demográficas y clínicas, de los pacientes con AEPOC graves y analizarlas en función del género permitirá tener una visión necesaria para diseñar programas de atención integral, más personalizados y eficientes”, ha concluido Hass.