C. S. Madrid | viernes, 30 de septiembre de 2016 h |

El cáncer de tiroides (CT) es una patología de la que no se puede hablar genéricamente, sino que se deben contemplar las diferentes biologías ligadas a este tumor. La más frecuente es el carcinoma papilar —son prácticamente el 80 por ciento de los casos— cuyo pronóstico es bueno y su supervivencia amplia, gracias a las mejoras que se han producido en el diagnóstico en estadios precoces, como asegura a GM el secretario general de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello SEORL-CCC y jefe del Servicio de Otorrinolaringología (ORL) del Hospital Universitario del Henares, Mario Fernández, con motivo del Día Nacional de CT (28 de septiembre).

No obstante, hay una serie de anatomías patológicas que “ensombrecen el pronóstico” como el carcinoma folicular o el medular, así como el indiferenciado o el anaplásico, cuya biología es “más agresiva” y para la que existe una carencia en el arsenal terapéutico, prosigue el experto, quien incide en que se necesita “urgentemente” alguna línea de tratamiento para estos subtipos.

“Para las formas más frecuentes, como el carcinoma papilar, la supervivencia es de en torno el 90 por ciento a los cinco años”, apostilla. No obstante, continúa, “en el otro extremo, está el carcinoma anaplásico para el cual superar el año de vida es prácticamente un milagro”.

La llegada de nuevas líneas terapéuticas compuestas por fármacos biológicos, anticuerpos monoclonales e, incluso, la inmunoterapia se perfilan como una opción “esperanzadora” para pacientes con las formas más agresivas de esta patología, agrega Fernández, reiterando que la cirugía “es la piedra angular, la base, del tratamiento”.

La Mivat

Exactamente en relación con la cirugía, el facultativo explica que la tiroidectomía asistida por imagen (Mivat) es “la aproximación más real” a la cirugía mínimamente invasiva en CT y la técnica “más extendida en todo el mundo”.

Además, se adapta “muy bien” a la cirugía de los nódulos porque se realiza a través de una incisión de entre 1,5 y 2 centímetros y es válida para tumoraciones de hasta 3,5 o 4 cms.

“Bajo mi punto de vista y experiencia de 15 años trabajando con esta técnica, una de sus ventajas es que permite una mejor visualización e identificación de todas las estructuras, además de que se diferencian mejor las estructuras nerviosas y vasculares”, indica el especialista.

Otro de sus puntos clave es que el disconfort de las personas intervenidas con la Mivat es menor que con otras herramientas y, en tercer lugar, que al haber una agresión quirúrgica menor, las altas hospitalarias son más precoces, se requiere de menos medicación y los pacientes se incorporan antes a su rutina.

Biomarcadores

Por el momento, los expertos no cuentan con biomarcadores que permitan definir qué población de pacientes podría beneficiarse más de un determinado tratamiento, pero “se está trabajando en ello”, asegura Fernández.

Asimismo, comenta que, actualmente, existen algunos marcadores en estudio como el BRAF “que parece ser que sí identifica los tumores que son un poco más agresivos”. A pesar de que estos puedan estar en estadios iniciales, sí se deberían de utilizar tratamientos “más agresivos” porque, en general, la evolución no se prevé positiva. En estos casos, intensificar un poco más el tratamiento podría ser la opción más adecuada. No obstante, como precisa el secretario general, “todavía no está del todo claro y existen dudas en la literatura sobre la realidad de BRAF”.