CARMEN M. LÓPEZ
Santanderviernes, 23 de septiembre de 2016 h
Está claro que la inmunooncología ha venido para quedarse. El concepto de unir estimulación del sistema inmune para que actúe contra el tumor diseminado no es un planteamiento nuevo, lo que ha cambiado es el hecho de poder actuar selectivamente contra éste activándolo de una manera muy puntual y reduciendo los afectos adversos. El reto ahora está en saber a quién ofrecer este tipo de fármacos.
Para ello entra en juego el diagnóstico molecular. Así quedó reflejado durante la jornada celebrada en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo ‘Avances en el tratamiento del cáncer. Retos para llevar la innovación a los pacientes’, organizada por Novartis Oncology.
A día de hoy los tumores no se plantean tanto por su localización sino por cómo modifican la genética del paciente. Es decir, varios pacientes con un tumor aparentemente similares tienen mutaciones diferentes y los tratamientos pueden no actuar de la misma manera. “Esta secuenciación dirigida rompe el paradigma”, explica Miguel Ángel Piris, jefe del Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla. “Cada secuenciación tumoral contiene hasta 70 mutaciones”, añade. No hay que olvidar que los nuevos tratamientos están cambiando por completo la forma de trabajo. Hay nuevas terapias con indicaciones precisas para cada tipo de tumor. “Cada paciente requiere de un estudio molecular específico para indicar la sensibilidad de cara a cada tratamiento”, acotó Piris.
En todo este marco, la reorganización de los ensayos clínicos es más que evidente. Para María Ochoa de Olza, investigadora clínica del Hospital Universitario Vall D’Hebron, el diseño de los EE.CC. es cada vez más borroso. Con el tratamiento molecular se abre un nuevo paradigma y toca diseñar otra estrategia. “Se arrastra de ensayos anteriores algunos errores, como que a más dosis más toxicidad”. Ahora, esto ha cambiado .“Defino la dosis máxima que quiero administrar y cuando llegue a ella sin no tengo una toxicidad grave me quedo”, explicó. La mayoría de toxicidades aparecen a partir de la cuarta semana, sin embargo, con la inmunooncología hay que ampliar. “Podemos ver toxicidades limitantes de dosis fuera del periodo habitual, por tanto, hay que tener datos de farmacocinética y farmacodinámica”, explicó Ochoa. Además, los nuevos ensayos clínicos plantean el uso de marcadores moleculares de los pacientes, porque los fármacos inmunoterápicos no funcionan igual que los medicamentos tradicionales.
Es el caso de las células CART, que aunque aún quedan muchas preguntas por responder, lo cierto es que estas células están ya dando sus primeros pasos para posicionarse como una alternativa más dentro del arsenal terapéutico frente a determinados tumores. Esta terapia celular se basa en la producción de linfocitos T genéticamente modificados para que reconozcan antígenos de superficie de células tumorales y las destruyan. Sin embargo, “el uso de estas moléculas requiere encontrar pacientes con alteraciones genéticas concretas, y de acuerdo a esto, diseñar ensayos clínicos más específicos”, explicó Joseph Fraietta, director asociado del Laboratorio en el Centro Terapéutico Celular Avanzado de la Universidad de Pensylvania.