Las horas perdidas de sueño no se pueden recuperar y la interrupción crónica del mismo tiene importantes implicaciones neurales Así lo ha demostrado una revisión publicada recientemente en la revista Trends in Neurosciences.

Una presunción generalmente sostenida ha sido que, las alteraciones cognitivas producidas por la interrupción crónica del sueño como la pérdida de memoria, irritabilidad o déficit en el rendimiento, se pueden revertir con un sueño de reparación en los días siguientes. Ahora, el artículo de revisión apunta a una creciente evidencia de que dormir muy poco —probablemente—,  provoque daños cerebrales duraderos y un mayor riesgo de trastornos neurodegenerativos como la enfermedad de Alzheimer.

Tras analizar las últimas dos décadas de investigación sobre los efectos neuronales a largo plazo de la privación del sueño, los investigadores han identificado dominios cognitivos particularmente vulnerables a una recuperación retrasada o incompleta después de la interrupción crónica del sueño, incluida la vigilancia sostenida y la memoria episódica. Estos hallazgos, a su vez, brindan un enfoque para los estudios en modelos animales para probar críticamente el impacto duradero de la pérdida de sueño en el cerebro.

Los datos arrojan que pacientes que han estado de 1 a 2 semanas con problemas de restricción de sueño normalizan, generalmente, los trastornos del estado de ánimo y soñolencia con 1 o dos noche de sueño de recuperación. Sin embargo, las medidas objetivas de vigilancia mostraron déficits persistentes, en relación con el rendimiento inicial, después de 2 o 3 noches de sueño de recuperación.

Más recientemente, se realizó un estudio de campo con adultos jóvenes en el que el tiempo de sueño se redujo en un tercio durante 10 días consecutivos. Ni la precisión en un ensayo de interferencia cognitiva (Stroop) ni los espectros de potencia alfa con los ojos abiertos se normalizaron después de un período de recuperación de 7 días.

Investigación en ratones

Después de examinar estudios anteriores de ratones privados de sueño, los investigadores descubrieron que cuando los animales se mantenían despiertos solo un par de horas más de lo habitual cada día, dos partes clave del cerebro se veían notablemente afectadas: el locus coeruleus, que maneja los sentimientos de alerta y excitación, y el hipocampo, que juega un papel importante en la formación de la memoria y el aprendizaje. Estas regiones, que, en los humanos, son fundamentales para mantener la experiencia consciente, ralentizaron la producción de antioxidantes en los animales, que protegen a las neuronas de las moléculas inestables que las células en funcionamiento producen constantemente, como los gases de escape. Cuando los niveles de antioxidantes son bajos, estas moléculas pueden acumularse y atacar el cerebro desde adentro, descomponiendo las proteínas, las grasas y el ADN.


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