La Federación Internacional de la Diabetes sugiere que, a menos que se implementen programas de prevención, la prevalencia mundial de esta patología habrá aumentado hasta el 10,2 por ciento en 2030, con 578 millones de afectados en todo el mundo. Además, la COVID-19 ha puesto en alerta a aquellos pacientes con diabetes que sufren complicaciones cardiovasculares y renales. Para conocer más de cerca esta relación tuvo tuvo lugar el Foro Unidos por la Diabetes, organizado por Gaceta Médica y Muy Interesante, con la colaboración de Astrazeneca.

Almudena Castro, de la Sociedad Española de Cardiología; Juan Francisco Navarro, de la Sociedad Española de Nefrología; Javier Mediavilla, de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria; y Manuel Gargallo, de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, fueron los expertos que analizaron esta realidad.

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¿Qué síntomas de alarma hay que tener en cuenta?

Como explica Gargallo la diabetes tipo 2 que tiene una relación estrecha con la obesidad. “Claramente su prevención ayudaría a revertir esta situación”. Los hábitos de vida saludables se alzan, por tanto, como claves para el abordaje de esta patología. Sin embargo, dijo, hay que tener en cuenta que la diabetes se percibe, por parte de la población, como una enfermedad menor, sin complicaciones médicas. Algo que hace que “se minusvalore la auténtica gravedad de esta enfermedad”.

Mediavilla apuntó a que a diferencia de la diabetes tipo 1, con la diabetes tipo 2 “no tenemos unos síntomas claros que nos hagan pensar en la diabetes. Sí pensamos que pueden tener más riesgo de padecer diabetes aquellas personas con sobrepeso, que tienen obesidad y que tienen alguno de los otros factores de riesgo como antecedentes familiares, hipertensión, etcétera. Todas ellas, tienen un mayor riesgo y en ellas sería interesante hacer un cribado”.

Los expertos durante el debate.

La enfermedad cardiovascular

Bajo el punto de vista de Castro, probablemente factores como el sedentarismo o la obesidad sumados a la diabetes deriven en una enfermedad cardiovascular. “La obesidad y la diabetes se manifiestan como el final de un camino. Alrededor de 10-15 años antes ese paciente puede haber tenido resistencia a la insulina; aumento de marcadores inflamatorios, es decir, un estado que se llama pre-diabetes y que puede derivar en un daño vascular”.

Castro explicó que en ocasiones llegan pacientes que son diagnosticados en el ingreso por infarto. “No es que empiecen a ser diabéticos en ese momento; esos vasos y esas arterias se han ido dañando con el tiempo”.

Además, la diabetes también está asociada a la insuficiencia cardiaca. “La incapacidad del corazón para bombear el volumen de sangre necesario para oxigenar al resto de los tejidos”, aclara la experta. De este modo, el miocardio se infiltra con esta grasa produciéndose así la insuficiencia cardiaca.

La enfermedad renal

Desde el punto de vista renal, la diabetes se ha convertido en la causa más importante de insuficiencia renal, y de necesidad de tratamiento renal sustitutivo mediante diálisis o trasplante. Según los datos del registro español de enfermos renales, un 25 por ciento de los pacientes que están en programas de tratamiento renal sustitutivo han llegado a esta situación porque presentan como enfermedad de base una diabetes”, apuntó Navarro. Como recordó este experto, la enfermedad renal crónica “es la complicación que más frecuentemente desarrollan los pacientes diabéticos en su evolución. Junto con la insuficiencia cardíaca constituye una entidad llamada enfermedad cardio-renal que es con mucho la complicación más frecuente de los pacientes diabéticos”, aclaró.

Las personas que desarrollan enfermedad renal el daño rara vez la experimentan en los primeros diez años de padecer diabetes y normalmente pasan entre 15 y 25 años antes de que se presente.

Esta enfermedad renal, además, aumenta el riesgo de hiperpotasemia. Teniendo en cuenta que el riñón es el órgano fundamental en la regulación de los niveles de potasio del organismo, esta afectación de la función renal se ve comprometida. “La diabetes por sí misma puede generar alteraciones en estos sistemas de regulación renal del potasio. Por otra parte, se desarrolla también con mucha frecuencia insuficiencia renal, con lo cual la eliminación del potasio que se produce fundamentalmente a través de la orina se ve comprometida”, indicó Navarro.

¿Cómo ha afectado la COVID-19 a los pacientes diabéticos?

Como destacó Mediavilla, la mayoría de los estudios están demostrando que los pacientes con diabetes tienen las mismas posibilidades que la población general de infectarse por el SARS-CoV-2. Aunque, eso sí, estos pacientes pueden presentar un mayor riesgo de cuadros más graves y una mayor mortalidad.  

Es el caso de las complicaciones cardiacas o renales. “La afectación renal es más frecuente de lo que inicialmente se pensaba. Aproximadamente un 45 de los pacientes con infección y con COVID tienen un incremento en la excreción urinaria de proteínas, indicando la existencia de una lesión renal. Y un porcentaje que se mueve entre el 20-30 por ciento puede desarrollar un fracaso renal agudo. Todo ello conlleva que la evolución, celeridad y pronóstico de estos pacientes que cuentan con afectación renal es mucho peor que en aquellos donde no se da esta afectación”, precisó Navarro.

Gargallo recordó los datos que el INE emitía durante las épocas de confinamiento severo. “Aproximadamente un tercio de los fallecidos tenía la diabetes entre sus antecedentes. La diabetes era un gran protagonista en la peor evolución posible, el fallecimiento. Junto con la diabetes, la obesidad es otro factor muy lesivo, tan grave o más como la diabetes”.

Con todo, los expertos incidieron en el control de la glucemia. “Sean asintomáticos o sintomáticos hay que extremar el control de su enfermedad”, explicó Gargallo, al tiempo que recordó que la infección por Covid-19, ya sea en una situación preclínica, en un ingreso hospitalario o incluso al alta, exige un control glucémico mucho más riguroso.