¿Existe una huella genética en las personas que superan los cien años de vida que puedan heredar sus descendientes? La respuesta es sí. Un estudio liderado por un equipo del área de Fragilidad y Envejecimiento Saludable del CIBER (Ciberfes), el Instituto de Investigación Sanitaria (Incliva) y la Universidad de Valencia así lo revela.
El trabajo, publicado en The Journals of Gerontology, se basa en un análisis genético de descendientes de centenarios y revela una huella genética específica que puede explicar que sean menos frágiles que descendientes de no centenarios de su misma edad.

El objetivo de este trabajo, liderado por José Viña, jefe de grupo del Ciberfes e investigador principal del Grupo de Investigación en Envejecimiento y Ejercicio Físico del Incliva, ha sido determinar si su descendencia es menos frágil y si hay constancia de una huella genética centenaria.
El punto de partida es que las personas que alcanzan los cien años de vida muestran una longevidad extrema y una comprensión de la morbilidad y firma genética única, y su descendencia, a priori, parecía heredar la compresión de la morbilidad, medida por tasas más bajas de patologías relacionadas con la edad.
Los investigadores analizaron una muestra compuesta por 63 centenarios, 88 descendientes de centenarios y 88 descendientes de no centenarios. Las condiciones para entrar en esta investigación eran tener un progenitor vivo de más de 97 años, tener una edad de entre 65 y 80 años y no padecer ninguna enfermedad terminal.
El estado de fragilidad se determinó siguiendo los criterios de Fried, de manera que se considera frágil una persona con pérdida de peso, agotamiento, fuerza de agarre débil, velocidad de marcha lenta y baja actividad física.
Menor prevalencia de fragilidad
Consuelo Borrás, coordinadora del estudio, destaca que los resultados muestran que los descendientes de centenarios tienen una menor prevalencia de fragilidad en relación con el grupo de no descendientes. La investigadora explica que, además, hallaron que los patrones de expresión génica (miARN y ARNm) de los descendientes de centenarios se parecían más a los de los centenarios que al del otro grupo de coetáneos.
Como conclusión, Borrás remarca que la descendencia de las personas que alcanzan los cien años es menos frágil que los descendientes de no centenarios de la misma edad, lo que puede explicarse, según su análisis, por su dotación genética única.
En la misma línea, José Viña apunta que “la idea de que los primeros son genéticamente distintos de sus contemporáneos y se asemejan a las características genéticas únicas de los centenarios, por lo que nuestros resultados pueden contribuir a avanzar en la identificación de las características genéticas y funcionales clave que pueden considerarse biomarcadores del envejecimiento exitoso”.
La mayor esperanza de vida y la disminución de las tasas de fecundidad hace que la proporción de personas mayores de 60 años esté creciendo más rápido que cualquier otro grupo de edad. Buena parte de la investigación en este campo se centra en aumentar los años vividos sin discapacidades, lo que se considera un “envejecimiento exitoso”, según los expertos.