¿Está relacionada la disminución del consumo de antibióticos con la diseminación de las resistencias? ¿Influye el tiempo de administración? ¿Y las dosis? Preguntas que actualmente trata de resolver la comunidad científica para el abordaje tan complejo que está requiriendo la infección bacteriana en los hospitales.
Pero hay más reflexiones…¿Basta con la implementación de programas como los PROA o los proyectos Zero…? El XXI Congreso de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc) intentó despejar alguno de estos asuntos. Dos especialidades, por cierto, que trabajan día a día de manera paralela, puesto que en la actualidad la “amenaza” de las resistencias está copando las principales preocupaciones de estos profesionales.
Hasta ahora sabíamos que estos programas y estrategias preventivas estaban dando enormes resultados en nuestro país. Sin embargo, “no es suficiente”. Los expertos apuntan a que el principal desafío en el campo de la investigación es la búsqueda de nuevas moléculas. Hasta ahora, los esfuerzos se centraban en el desarrollo antibióticos de amplio espectro, sin embargo, gracias a la precisión de las técnicas de diagnóstico, la aproximación debería ser mayor.
Para Juan Pablo Horcajada, del Servicio de Enfermedades Infecciosas, Hospital del Mar, la terapia dirigida para acotar las resistencias es hacia donde hay que ir. Además de la combinación de estos fármacos para prevenir la aparición de nuevas resistencias.
El Grupo de Estudio de Infección Hospitalario hizo una revisión del impacto de las infecciones en la práctica clínica. A la pregunta de si la reversión de la resistencia supone una recuperación de la sensibilidad, María Isabel Morosini, del Servicio de Microbiología del Hospital Ramón y Cajal, explicó que no hay una respuesta clara. A su juicio, en un ambiente libre de antibióticos “podría ser favorable la reversión”, pero “no siempre ocurre de inmediato ni con facilidad”. Morosini está convencida de que no es el único condicionante. En este proceso, se dan una serie de mecanismos que produce que las bacterias terminen adaptando el coste de la resistencia mediante mutaciones compensatorias. Además, la presencia de estas moléculas tarda tiempo en desaparecer de los ambientes, y cualquier exposición esporádica provocará una selección periódica de poblaciones resistentes. “Los fenotipos persisten y están presentes años después de su administración”. Por ello, la experta insiste en que la erradicación completa de la resistencia no será posible.
Los PROA
Frente a esto, la única herramienta que de momento funciona son los Programas de Optimización del Uso de Antimicrobianos (PROA), y aún así el esfuerzo tiene que ser “mucho mayor”.
José Ramón Paño, del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa, explicó que aunque existen evidencias clínico-epidemiológicas que avalan la relación entre el consumo de antibióticos y el aumento de resistencias, “es muy difícil cuantificar esa relación porque la realidad es más compleja que las variables que se presentan en los estudios y los ensayos clínicos”. Depende de los actores, es decir, mecanismos, bacterias e individuos; ademas de la transmisión y de otros aspectos básicos.
Duración y dosis
La duración y la dosis de la terapia también han sido variables medidas para conocer hasta qué punto influyen en el aumento de resistencias. En opinión de Paño hay que analizar el contexto clínico en el que se inicie el antibiótico. Si un paciente no tiene infección y se continúa con el tratamiento “tendrá un efecto negativo”. El experto señala que la duración de los antibióticos cada vez es más corta, “pero todavía queda mucho por aprender, se debería individualizar la duración de los antibióticos”.
En este punto, los expertos apuntan a que los PROA deben poner los medios para que a través de la disminución del consumo se bajen determinados umbrales “y se disminuyan los riesgos de transmisión”, incidió Paño.
Horcajada hizo hincapié en las áreas donde todavía hay que trabajar. Es el caso de las bacterias gram negativas donde todavía existen áreas no cubiertas. A pesar de la aparición de nuevos antibióticos el aumento de resistencias va en paralelo. Se están volviendo a utilizar antiguos fármacos, como las penicilinas clásicas, porque no hay nuevas alternativas.
En cualquier caso, todos coinciden en que los antibióticos son los únicos fármacos con repercusión ecológica, en este escenario, “no se puede abordar el problema sólo desde la clínica humana”, aseguró Morosini. A la comunidad científica le preocupa el uso de antibioterapia en grandes dosis y como “una alternativa preventiva” para evitar que estos animales desarrollen problemas a la larga. Una realidad, que de no poner coto será difícil resolver. El desafío, por tanto, parece claro.