Una investigación coordinada por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), en colaboración con ocho hospitales españoles, ha demostrado que la adherencia a las recomendaciones preventivas del Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer (WCRF/AICR) en mujeres con cáncer de mama contribuyen a la detección del cáncer y a la mejora de la salud tras el diagnóstico. De hecho, Los avances en el diagnóstico precoz y el tratamiento han permitido alcanzar una tasa de supervivencia neta a cinco años del 85,2%. El estudio, liderado desde el Centro Nacional de Epidemiología (CNE) y el CIBER de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP), ha sido publicado en la revista Cancers.
En concreto, la investigación analizó los hábitos de vida durante el año previo al diagnóstico en 915 pacientes de entre 2014 y 2019, en ocho centros hospitalarios de cuatro comunidades autónomas. Se evaluó la adherencia a siete recomendaciones clave del WCRF/AICR, como mantener un peso saludable, hacer ejercicio físico regular, seguir una dieta rica en fibra, frutas y verduras, y reducir el consumo de alcohol, carne procesada y bebidas azucaradas. La puntuación media de cumplimiento fue moderada, con un 3,5 sobre 7.
El estudio destaca que la pauta más seguida fue la de evitar bebidas azucaradas, con un 54,4 % de mujeres que no las consumían. En el lado opuesto, solo el 4,4 % alcanzaba el nivel recomendado de ingesta diaria de fibra, reflejando una necesidad urgente de mejorar ciertos hábitos alimenticios en este grupo. Estas conductas, aunque anteriores al diagnóstico, influyen en el pronóstico y calidad de vida tras la detección de la enfermedad.
Entre los factores sociodemográficos que condicionan la adherencia, el estudio encontró que las mujeres mayores de 60 años seguían mejor las pautas generales, mientras que las jóvenes presentaban mayor consumo de comida rápida y bebidas azucaradas. Las pacientes con comorbilidades o una ingesta calórica superior a 2.000 kilocalorías diarias mostraron un menor cumplimiento, así como las trabajadoras activas y las fumadoras.
Los expertos subrayan que, aunque la adherencia global es mejorable, las recomendaciones no solo son útiles para prevenir el cáncer, sino que también ofrecen beneficios claros para la evolución clínica una vez diagnosticada la enfermedad. Esto refuerza la necesidad de integrar el estilo de vida saludable como parte de las estrategias de tratamiento y acompañamiento en el cáncer de mama.
Finalmente, el equipo investigador aboga por diseñar intervenciones personalizadas que tengan en cuenta la edad, nivel educativo, ocupación y estado de salud de las pacientes. Promover cambios sostenibles en el estilo de vida podría no solo mejorar la calidad de vida, sino también reducir el riesgo de recaída y aumentar aún más las tasas de supervivencia en uno de los tumores más prevalentes en mujeres.