Cuando hablamos de párkinson, los temblores y la lentitud de movimiento son dos de los síntomas más comunes que se asocian a esta enfermedad. Señales que alarman a los pacientes y, como consecuencia, acuden a su médico.

Hasta el momento, la comunidad científica tenía la certeza de que las neuronas de nuestro cerebro, causantes del avance del párkinson, morían y daban lugar a estos síntomas tan característicos de la enfermedad.

Sin embargo, una investigación internacional con participación española concluyó el pasado miércoles, 3 de noviembre, que las neuronas afectadas por la enfermedad de Párkinson no mueren de inmediato, sino que pierden algunas de sus propiedades durante un largo periodo antes de morir. Es decir, son “recuperables” dentro de ese tiempo de deterioro.

Durante este proceso, esta enfermedad sistémica (como bien dice su nombre) afecta a distintos sistemas de nuestro cuerpo, causando otros síntomas previos, como la constipación intestinal, estreñimiento o la alteración del sueño.

Pero, ¿Qué tipo de neuronas son las responsables de la manifestación de los temblores cuando la enfermedad ya está más avanzada? Los investigadores que han participado en el estudio hablan, en especial, de las dopaminérgicas como principales culpables de este defecto.

“Las neuronas dopaminérgicas afectadas por la enfermedad de párkinson pierden algunas de sus propiedades y cambian su metabolismo, pero durante un tiempo largo no se mueren, es decir, podrían reactivarse (recuperarse), al contrario de lo que se pensaba hasta ahora”, precisa la autora principal de la investigación, Patricia González-Rodríguez, científica de Arcos de la Frontera (Cádiz) y estudiante del Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBiS).

Aunque todavía no se sabe cuál es el motivo por el que estas células se deterioran, José López Barneo, catedrático de Fisiología de la Facultad de Medicina de Sevilla e investigador del IBiS, apunta a que el origen del párkinson se encuentra en una alteración mitocondrial, en concreto en el complejo 1 del cerebro. Necesario, explica, para la supervivencia de las neuronas que producen dopamina, y cuya ausencia o disfunción produce la destrucción de estas, generando una lenta, pero continua progresión del párkinson.

“Cuando hay destrucción del complejo mitocondrial 1, las neuronas ponen en marcha mecanismos adaptativos bioquímicos para intentar sobrevivir y se mantienen así durante años. Aunque aparentemente esa neurona deje de producir dopamina, no quiere decir que esté muerta. No mueren tan rápido como creíamos”, explica López Barneo a Gaceta Médica.

Este hallazgo, junto a otros datos innovadores sobre el área donde se inicia la enfermedad, abren la puerta al desarrollo de nuevos tratamientos para una patología que padecen más de 160.000 personas en España.

Muchos lo pensaron, pero no lo investigaron

El estudio, publicado en la revista Nature y liderado por González-Rodríguez desde la Universidad Northwestern en Chicago, ha utilizado un modelo de ratón modificado genéticamente, que se desarrolló en 2015 en el Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBiS). Se trata del primer modelo animal capaz de mimetizar esta enfermedad.

“De hecho, el modelo animal lo hicimos en Sevilla hace aproximadamente 4 o 5 años. En su momento no se hizo pensando en el párkinson y, cuando lo publicamos en 2015, vimos que estos animales presentaban una afectación de las neuronas que influyen en el párkinson”, rememora López.

Pero la falta de tiempo y de técnicas, que no se encontraban disponibles en España en ese momento, ofrecieron una oportunidad de post-doctorado a Patricia González durante su estancia en la universidad de Chicago para llevar a cabo lo que “muchos pensaron, pero nadie lo puso en marcha”.

Según López Barneo, este modelo muestra, por primera vez, que el complejo 1 es absolutamente necesario para la supervivencia de esas neuronas y que su ausencia produce su destrucción progresiva, no de forma brusca, sino durante varias semanas o meses (que equivale a años en un humanos).

“Es muy parecido al curso de la enfermedad que se da en humanos y ha roto con algún paradigma que había en el campo del párkinson”, añade.

Involucran al soma de la neurona

Gracias al estudio en este modelo, los investigadores también han hallado resultados que afectan al abordaje del tratamiento de esta enfermedad. La investigación apunta a que la patología afecta primero, en las neuronas que producen dopamina, al axón, la estructura alargada y delgada que transmite el impulso electroquímico a otra célula nerviosa. Posteriormente, alteran el soma, el cuerpo celular de forma esférica que contiene el núcleo. Y ambas afectaciones son necesarias.

“Durante más de 30 años, la opinión predominante ha sido que los síntomas motores cardinales del párkinson son causados por el agotamiento de dopamina en los axones. Sin embargo, nosotros concluimos que es necesaria también la falta de dopamina en el soma para que se dé el parkinsonismo (movimientos anormales)”, afirma González-Rodríguez en una nota de prensa del IBiS, donde la científica comenzó su trayectoria y esta investigación, en el equipo de José López Barneo.

Reactivar y rescatar las neuronas con fármacos

Actualmente se utiliza como tratamiento la levodopa, una molécula sustitutoria de la dopamina, con la que se ha observado una gran reversibilidad de la enfermedad, tanto en modelos de ratón como en casos iniciales de la enfermedad en humanos.

Sin embargo, la nueva investigación abre la vía a que no sea este el único camino, sino que amplía las posibilidades a otros mecanismos y compuestos para ralentizar la progresión de la enfermedad y revertir sus efectos.

Esta latencia, afirman los expertos, abre un “enorme” campo terapéutico porque permite nuevos abordajes.

“Las neuronas cuando dejan de producir dopamina no es porque se mueran, sino porque se adormecen. Y ese letargo puede acabar en destrucción de la célula, pero que si se le reactiva con fármacos, vuelve a funcionar”, detalla López Barneo.

“Son potencialmente rescatables antes de que acaben muriendo -añade- y, ahí, hay una ventana a la terapia muy amplia. Podría ser reversible en algún momento”.

Proyectos en marcha

A partir de estos resultados, González-Rodríguez ha iniciado un estudio clínico en pacientes con Párkinson en Weill Cornell Medical College, en colaboración con Michael Kapplit, neurocirujano en este mismo centro y también coautor de la investigación. En ella, los expertos probarán una terapia génica dirigida a tratar esta pequeña área del cerebro llamada sustancia negra donde se encuentra el soma (cuerpo) de las neuronas en vez de los axones, como mayoritariamente se había hecho hasta ahora.

“El objetivo final es comprender mejor la fisiopatología de la enfermedad de Párkinson y contribuir con este conocimiento al desarrollo de terapias novedosas que mejorarán la calidad de vida y la expectativa de los pacientes de Párkinson”, concluye la doctora González.


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