El presidente de la Asociación Europea de Cuidados Paliativos (EAPC), Phil Larkin afirmó durante el XV Congreso Mundial de esta asociación, celebrado en Madrid entre el 18 y el 20 de mayo, que “no se entiende que siendo una área reconocida y acreditada en la mayoría de los países de nuestro entorno, además de un derecho de los pacientes en el final de la vida, los profesionales en España sigan después de 20 años sin una acreditación que reconozca su experiencia y dedicación a la atención integral al final de la vida”.
El encuentro puso de relieve que el nivel asistencial y científico de los profesionales de cuidados paliativos en España “contrasta con los inconvenientes administrativos que mantiene la disciplina en el país”. Entre las asignaturas pendientes se encuentra la falta de cobertura, la acreditación oficial de profesionales, la escasa formación de pregrado en las facultades sanitarias y la falta de recursos.
Según explicó el presidente del Comité Científico de este congreso, Christoph Ostgathe, “en los países con mayor desarrollo y más calidad de los cuidados paliativos esta disciplina es una especialidad o una subespecialidad mientras que en España, la falta de un marco normativo y laboral claro condiciona su desarrollo”.
Cobertura insuficiente
El presidente del comité local organizador, Alberto Alonso, también lamentó la falta de “reconocimiento por parte de la estructura sanitaria nacional a pesar de que está demostrado el ahorro de costes y la mayor calidad que los cuidados paliativos proporcionan al sistema al reducir las intervenciones agresivas”.
En este sentido, el presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal), Rafael Mota, dijo que la atención especializada llega a menos del 50 por ciento de la población que requiere cuidados paliativos, es decir, enfermos de cáncer o con enfermedades crónicas avanzadas.
“Esto causa sufrimiento evitable al final de la vida a más de 50.000 pacientes”, señaló Mota. La deficiente cobertura, añadió, es “aún más grave” si se tiene en cuenta el entorno rural sobre el urbano y dependiendo de qué comunicad autónoma se trate. El problema llega a afectar a casi un millón de personas, si a los pacientes se suma el entorno familiar.