La enfermedad meningocócica invasiva (EMI) es una enfermedad bacteriana aguda que puede cursar como meningitis (infección de las meninges) o sepsis (infección de la sangre). La meningitis puede ser vírica o bacteriana –en este tipo se encuentra el meningococo y sus distintos serogrupos– y se transmite al toser, estornudar o por contacto con las manos que llevan secreciones respiratorias. Se trata de una enfermedad grave y potencialmente mortal, algo que genera una gran preocupación entre los pediatras y los padres.

Síntomas de alerta

“La mayoría de las veces, los síntomas son indistinguibles de cualquier otra infección viral que tiene el niño al año”, explica Fernando Sánchez Perales, director médico del Hospital Vithas Madrid La Milagrosa y presidente de la Sociedad de Pediatría de Madrid y Castilla-La Mancha, durante el ‘II Foro pediátrico virtual: Día Mundial de la Meningitis’, organizado por Gaceta Médica y Ser Padres, con el apoyo de GSK.

El difícil diagnóstico es el primer problema de esta enfermedad. Cuando la meningitis está ya muy establecida, los síntomas sí se reconocer fácilmente: “El niño empieza con vómitos fuertes, rigidez del cuello o mucha afectación general”, dice Sánchez. Pero, a veces, estos signos tardan en aparecer o no llegan, ya que la evolución es tan rápida que se manifiesta con signos graves o, directamente, con sepsis.

Esto provoca que, en ocasiones, los pediatras vayan por detrás. “El meningococo, en concreto, es capaz de desatar una cascada inflamatoria muy importante que puede ir más allá de lo que el propio germen causa”, afirma Amalia Arce, pediatra del Hospital HM Nens de Barcelona. Por mucho que se tomen medidas, una vez desatada la reacción inflamatoria, se dan complicaciones importantes. “Estos niños acaban ingresando en las UCIs. Cuando hay meningitis, se ven afectadas las funciones cerebrales y puede originar convulsiones, fallos en el riñón o el hígado, o complicaciones que vemos después, como amputaciones”, señala Arce.

Vacunar: la mejor prevención

A pesar de que se ha mejorado mucho el diagnóstico, la meningitis tiene una mortalidad del 10 por ciento y unas secuelas que afectan entre el 20 y el 30 por ciento de los pacientes. Por fortuna, hoy en día se puede hablar de esta patología como una enfermedad inmunoprevenible.

Francisco Álvarez, pediatra del Centro de Salud de Llanera (Asturias) y coordinador del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP), hace un recorrido histórico sobre las vacunas frente a la meningitis: “A finales de los 90, se comenzó a usar la vacuna del Haemophilus influenzae. A esta le siguió la vacuna del meningococo C a principios del 2000. Y, ahora, se dispone de una vacuna que cubre más serogrupos que el meningococo C, la ACWY, incluida en el calendario infantil para adolescentes de entre 12 y 18 años, así como vacunas frente a la meningitis B aunque estas últimas, a día de hoy, no están incluidas dentro del calendario vacunal financiado a nivel nacional”.

Con todo, Álvarez considera esencial fomentar la información sobre la prevención de esta enfermedad. “Los pediatras debemos de informar a los padres sobre la posibilidad de prevenir esta enfermedad devastadora; las vacunas nunca son un coste, sino que son una inversión”, precisa. Porque la vacunación, insiste, es la mejor herramienta para “prevenir la enfermedad meningocócica invasiva que continúa manteniendo en 2021 una tasa estable de mortalidad y de secuelas”.

Precisamente con la llegada de la pandemia de COVID-19, la sociedad ha mostrado una mayor concienciación sobre la importancia de la vacunación en general. Un aspecto, para el experto, muy positivo: “Los pediatras somos los que más insistimos en la prevención. Ahora se está entendiendo y hay una concienciación de que las vacunas no son algo exclusivo de la edad infantil, sino que se deben de tener en cuenta a lo largo de toda la vida”, apunta Sánchez.

Una realidad invisible

Cristina Regojo es, además de médico especialista en Análisis Clínicos en el Área Sanitaria de Vigo (Hospitales Meixoeiro y Álvaro Cunqueiro), una mujer que superó la meningitis. “Sufrí la enfermedad con 4 años. Tengo los recuerdos grabados: amanecí un día de verano con dolor de cabeza, malestar, y no quise bajar a la playa con mis hermanos”, relata. Los padres pensaron que era una gastroenteritis, porque comenzó con vómitos y fiebre, a lo que el pediatra recetó paracetamol y vigilancia.

“Rápidamente, los síntomas cambiaron y, a las pocas horas, ya aparecí con petequias (pequeñas manchas rojas en la piel, consecuencia del sangrado de capilares)”, recuerda. Su niñera, que había tenido un familiar con meningitis vírica, al ver las manchas fue quien dio la voz de alarma.

Afortunadamente, Cristina salvó su vida, pero este episodio marcó su trayectoria vital. Un tiempo después, descubrieron que la meningitis le había producido una hipoacusia neurosensorial bilateral profunda, es decir, su audiometría es plana.

Cristina estudió medicina para evitar que otros niños pasaran por lo mismo que ella. Su sueño: ser pediatra. Pero se vio frustrada por las secuelas que le quedaron: “Cuando hice la rotación de pediatría, el fonendoscopio no era suficiente para mí; me daba mucha inseguridad. En aquel momento, no tenía el implante coclear –que ha cambiado mi vida–, y elegí una especialidad de diagnóstico”. Años después, creó la Asociación Española contra la Meningitis, de la que hoy es presidenta, para luchar contra esta enfermedad y apoyar a los afectados y sus familias.

Aprendí a hablar con la mano en las cuerdas vocales y a entenderme, pero eso hace que la gente en realidad no note mi discapacidad; lo malo de la sordera es que es una discapacidad invisible”, lamenta. Sin embargo, asegura que ella tuvo “suerte”, porque hay secuelas mucho peores. Con ello, la Dra. Regojo pretende concienciar y darle a la meningitis la importancia que se merece. Y es que esta enfermedad, aunque muchos piensen que es cosa del pasado, aún existe y continúa asustando mucho a los padres.


También te puede interesar…