El Congreso de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC por sus siglas en inglés), que se ha celebrado desde el 27 al 30 de agosto de forma virtual, ha dedicado una de sus sesiones a repasar las manifestaciones cardiovasculares más frecuentes de la COVID-19. Respecto a la COVID persistente o Long COVID, más allá del cansancio, la fatiga, la disnea (falta de aire) y la sensación de debilidad generalizada, “el síndrome de taquicardia postural ortostática, que se caracteriza por un incremento sostenido de la frecuencia cardiaca al realizar un mínimo esfuerzo, es una de las manifestaciones más comunes entre los pacientes con COVID persistente, desde el punto de vista específicamente cardiovascular”, explica Héctor Bueno, vicepresidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), quien ha moderado la sesión junto a Paul McGreavy, representante de los pacientes.

Aquellos que han sufrido una enfermedad por COVID-19 más grave y han requerido hospitalización tienen más riesgo de sufrir COVID persistente, aunque también influyen otros factores como la edad, el sexo o aspectos sociodemográficos. El Long COVID incluye más 200 síntomas de curso fluctuante que provocan que un tercio de los pacientes sean incapaces de volver a su puesto de trabajo o retomar una actividad física normal.

Además, durante el encuentro, los expertos han subrayado que uno de los problemas más típicos del COVID persistente es la disociación entre los síntomas y las pruebas objetivas de salud. “Es común que los pacientes presenten una debilidad y una astenia intensas y, sin embargo, los resultados de las pruebas de evaluación de función cardiopulmonar o muscular sean bastantes normales”, indica Bueno.

Como indica el vicepresidente de la SEC: “El Long COVID es un problema importante. En primer lugar, a nivel individual por el impacto que tiene en las personas que lo padecen y en su calidad de vida. En segundo lugar, a nivel científico porque no se saben los mecanismos exactos involucrados y se necesita más investigación. En tercer lugar, a nivel asistencial porque no sabemos cómo tratar o prevenir esos síntomas. Y, por último, a nivel del sistema sanitario porque tiene un impacto en los reingresos, en las atenciones médicas y en las consultas”.

Precisamente, los expertos han repasado las tasas de rehospitalización de algunos países, destacando en Europa la de Reino Unido, donde la COVID ha provocado un 30% de reingresos, frente al 4% de España, pasando por el 10% de Italia. Para el Dr. Bueno, los reingresos tienen mucho que ver con el funcionamiento del sistema. “Si das altas precoces, las tasas de reingresos es más alta. Puede que España, después de la primera ola, haya sido más conservadora y no haya dado de alta a los pacientes de forma tan rápida hasta que no estuvieran más estables. Aunque esto es solo una hipótesis. Lo que sí es poco probable es que la enfermedad sea distinta entre unos países y otros”, reflexiona.

Impacto de la COVID-19 en el corazón

Entre las consecuencias generalizadas agudas de la COVID-19, las más frecuentes son las neumológicas y el cuadro inflamatorio. “En lo que respecta al corazón, tenemos la miocarditis (inflamación del miocardio) y también fenómenos trombóticos, como el tromboembolismo pulmonar y trombosis arteriales como el infarto o el accidente cerebrovascular”, detalla Bueno. Estas condiciones revierten relativamente pronto, pero una pequeña proporción de pacientes mantiene cierto grado de daño miocárdico persistente. Además, un estudio sueco publicado en la revista The Lancet ha demostrado que los pacientes que padecen COVID-19 tienen un riesgo tres veces más alto de sufrir un infarto de miocardio o accidente cerebrovascular.