CARMEN M. LÓPEZ Madrid | viernes, 08 de marzo de 2019 h |

La semana pasada, GM traía a la primera plana una historia de éxito fruto del esfuerzo de la investigación básica española. La historia de darvadstrocel —una terapia celular para el tratamiento de las fístulas perianales complejas—, y de cómo un grupo de investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid consiguieron desarrollarla gracias a la colaboración público privada fruto del desarrollo de una patente copropiedad de TiGenix y licenciada en exclusiva a esta empresa en el 2004. TiGenix fue adquirido por Takeda en 2018, y los derechos de comercialización son en la actualidad de esta compañía.

Fidel Rodríguez, director de la Fundación de la Universidad Autónoma de Madrid, valora el impacto social de esta terapia, fruto de la colaboración público-privada que además recibió una autorización centralizada de comercialización por parte de la Unión Europea.

A juicio de Rodríguez, más allá de la parte técnica, desde el punto de vista de transferencia del conocimiento ha supuesto un éxito de un conocimiento que surge hace casi 20 años desde un laboratorio científico. “Al final se están tratando a pacientes que están mejorando su calidad de vida y les están dando una solución a su problema”, apunta. Rodríguez considera que todo esto muestra cómo “el círculo virtuoso de la transferencia de investigación e innovación y aplicación en el paciente funciona, gracias a los acuerdos que tenemos”, indica. Todo ello redundará en la investigación básica del futuro.

Para continuar explicando esta historia hay que poner en valor, en su opinión, la utilidad que tienen los centros de investigación de las universidades públicas para la generación de ese conocimiento de excelencia que tiene por objetivo poder llegar a los ciudadanos, ya sea en forma de terapias o medicamentos, de altísimo valor añadido. “Una muestra de que el Estado tiene que seguir invirtiendo en la ciencia pública”, remarca.

La transferencia del conocimiento

Las universidades públicas, además de la docencia y la investigación que son los grandes pilares de referencia de la actividad, tienen un tercer pilar desde sus fundaciones que es la transferencia del conocimiento que se genera. En este caso en concreto, “al final es un conocimiento que emana de una investigación que se produce con profesores de la UAM con el impulso de la industria”.

La fundación ayuda a los profesores de la propia universidad a llegar a la sociedad. “Se pone así en valor la importancia de la colaboración público privada para llegar a desarrollar una terapia celular”. Este concepto es muy importante, a su juicio, ya que hay determinados asuntos a los que no podría llegar la institución pública. “Se nos hace necesario la colaboración público-privada para poder terminar todos los ensayos clínicos y llegar a los pacientes”.

Coordinación

La clave del éxito de este proyecto ha sido el haber sabido aunar los intereses de ambas partes para lograr el objetivo final, tanto desde el punto de vista científico intelectual como desde el punto de vista administrativo y jurídico. “Cuando hay éxito como es este caso, el impacto que tiene en la sociedad es muy alto”.

Una vez más el trabajo en red vuelve a ser el eje. ”La ciencia en sí misma es una red, donde todos los científicos a nivel mundial trabajan”, indica. Poder trabajar de forma conjunta, señala el experto, entre lo que genera la academia y lo que necesita la industria con sus conocimientos, “es lo que realmente nos aporta: una red de alto rendimiento y de dar posibles soluciones a los ciudadanos”.

Con todo, este ejemplo sirve para ilustrar un modelo de coordinación entre la institución pública y la empresa privada. España es ejemplo en este caso, gracias al impulso de la I+D empresarial.


Trabajo en red
Este proyecto pone en valor como bajo el palio de la colaboración público-privada el éxito ha estado garantizado



La universidad pública
Las fundaciones de la universidad permiten cristalizar esa transferencia del conocimiento